Para mi padre. Un general, sin estrellas. Pero con gloria.
Desamarró la imaginación. Esa herramienta coqueta, voluptuosa y a veces cómica, petulante. Otras veces, las más: avara. Lo hago para decir que ¿Cuántas armas pasarían por las manos el generalísimo sudcaliforniano Manuel Márquez de León.? Es lógico que muchas. Si. Pero tuvo una que lo acompañó hasta su muerte, como fiel guardián.
Les presumo: yo la conocí. La tuve en mis manos. Una verdadera joya de arma. Es una Colt Navy. calibre 38. Hecha de manera especial para uno de los más grandes militares de este país.
Hace diez años llegue a una casa antigua en el corazón de La Paz. Un centro histórico de leyendas, sabor a misterio. Residencia con esencia sudcaliforniana. Grandes patios, hermosos jardines. Una arquitectura de principios del siglo veinte.
Por respeto a mi acompañante y al distinguido anfitrión omito sus nombres. No creo prudente decirlos.
Desde que crucé el umbral y al llegar al ubicarme en la zona principal, sentí algo extraño. Un ligero escalofrío me recorrió. No me desagradó, por el contrario.
Nunca me imaginé que ahí, ese día conociera tanta riqueza. Ahí había óleos de pintores europeos, esculturas maravillosas. Joyas de oro. Y plata. Diversas colecciones de todo tipo. Era la casa de tesoros.
Inicié el recorrido por la zona de pinturas, después de muebles antiguos, adelante esculturas, más adentro Joyas. Y casi al final la zona de armas.
Y ahí estaba esa pistola. Me llamó la atención. Me acerqué y su dueño se percató de ese interés y me dijo atento de más “ Tómela. La compre a la familia del General Márquez. Era su preferida. Tómela. Y lo hice: pesada. Una hermosa pistola. Una arma de poder.
Otra vez sentí ese escalofrío disfrazado de emoción. Y otra vez la Imaginación intrusa: un general como don Manuel batiendo a invasores y filibusteros. Y a traidores a la patria.
Vi más cosas. Pero ya no me saqué de la mente esa experiencia de tener entre mis manos una herramienta de poder. ¿más potente que la imaginación?
Después de tres horas salí. La calle paceña y los olores a comida, los ruidos y palpitares de una sociedad heredera de un pasado de riquezas me volvió a la realidad. Es decir a la fantasía.
Buenas noches
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