Porque a partir de 1582 se sustituyó el Calendario Juliano, instaurado por Julio César, y que aplicaba desde el año 46 a.C., basado en el calendario egipcio.
Derivado de los estudios de la Universidad de Salamanca de 1515 y 1578, y de los científicos, el jesuita Cristóbal Clavio y Luis Lilio, el Papa Gregorio XIII emitió la Bula “Inter Gravissimas” (1582) en la que ordenaba la sustitución del Calendario Juliano por el Calendario Gregoriano; ésta se llevó a cabo gradualmente en distintos países de Europa y después en el resto del mundo.
El Calendario Juliano, era más impreciso respecto del calendario solar que, después de un largo periodo (1257 años) acumulaba una diferencia de 10 días. La corrección partió del jueves 4 de octubre de 1582, sucediéndole el viernes 15 de octubre de 1582; así desaparecieron los 10 días que se habían contado de más en este calendario.
Así, gracias a los académicos salmantinos y a don Ugo Buoncompagni, el Papa Gregorio XIII, la celebración de la Noche Vieja y del Año Nuevo es hoy o dicho con mayor propiedad, la fiesta hubiese sido hoy, si atendemos a las condiciones pandémicas que nos abrazan.
Concluye un año atípico, impensado, después de los sustos de la gripe española que mató a más personas que la I Guerra Mundial (50 millones) en 1918; la gripe aviar; de las vacas locas; el ébola, la influenza H1N1, y el sida… las guerras y el hambre.
Pero como nada es para siempre y no hay mal que dure 100 años, confiamos en que, “más temprano que tarde, de nuevo se abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre, para construir una sociedad mejor” en voz de Salvador Allende.
Ahora son tiempos de reflexión y de contrición; tiempos de entender que la vida es finita y que ante la pérdida de familiares, amigos, conocidos, y ciudadanos del mundo, tenemos que aspirar a ser buenas personas y mejores ciudadanos, por el tiempo que nos toque permanecer vivitos y coleando.
Aprender que el milagro de la vida, nos da la oportunidad de ser más tolerantes, más solidarios, y que ante las posiciones maniqueas o irreductibles, poco es más que nada. Se trata pues, de aprender a ver el vaso medio lleno y no medio vacío.
Aprender a soñar; a mantener viva la esperanza; a abrazar con optimismo los tiempos vienen; a aprender a aligerar el saco que cada quien carga sobre sus espaldas, para ir dejando a la vera del camino, las piedras del egoísmo, de la simulación, de la mentira, del encono, del odio, de la hipocresía, de la venganza, de la ambición, hasta dejar el saco vacío de las cosas que nos curvan la espalda, envenenan el espíritu y no nos dejan ser felices.
Así caminaremos más ligeritos, sin losas o grilletes que entorpezcan nuestro paso por la vida; como dice Schopenhauer, “La felicidad es la ausencia del dolor. Pocas veces pensamos en lo que tenemos, pero siempre en lo que nos falta.”
No tengo ninguna duda en que el año 2021 será mejor para la humanidad; y en la parte que nos toca, que será un mejor año para México y para Baja California Sur, porque tenemos objetivos claros y metas trazadas. Retomando a Schopenhauer, “No hay ningún viento favorable para el que no sabe a qué puerto se dirige”. Así, los que van a la aventura, es muy probable que se precipiten al “Mar de las Tinieblas” medieval.
Por lo tanto, dejemos de ser sólo habitantes para convertirnos en verdaderos ciudadanos, y por encima de todo, mejores seres humanos, que la vida es corta.
Ya que como dijo nuestro filósofo de hoy, Arthur Schopenhauer “A excepción del Hombre, ningún ser se maravilla de su propia existencia”
Así que, hagamos del 2021, el mejor año para nuestras vidas.
Va un abrazo fraterno para mis familiares, amigos y apreciables lectores…
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