Un jovencito pispireto, llegaba todas las mañanas a las oficinas de una de las estaciones de radio en New York City. Pedía a la secretaria hablar con el director. No lo logró en los primeros siete meses. Pero no desistía. Todos los días, ahí estaba.
Antes de un año logró la atención del ejecutivo. “ Quiero trabajo señor. Quiero ser el conductor del principal programa” El señor dueño soltó la carcajada. Y le dio una respuesta ambigua “ Me gusta tu valor. Y tú ganas de trabajar. Pero no tengo espacio en mi empresa para ti. Más adelante tal vez”
Con eso tuvo para volver, volver y volver. Pasaron los meses, los días. Y un buen día al llegar a la radio la secretaría lo paso de inmediato con su jefe. Este desesperado le grita “Te estaba esperando. Éntrale de inmediato a la cabina. Empiezas a trabajar ya“.
Le abre la puerta del estudio, le señala su lugar. Y se aleja. A los minutos empieza el programa. Y ese jovencito frente al micrófono, nervioso, temeroso. Asustado, no hila palabra. Nada. Al minuto y medio logra hablar. Este Niño-jovencito, es Larry King. Hoy dejo de hablar. Murió. Y deja un gran vacío en los medios masivos.
Estoy triste. Lo admiro demasiado. Pero así es la vida: nos quita a lo que más queremos.
Buena mañana
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