Ellas lo están haciendo todo bien. Están haciendo lo justo, lo correcto; lo que han hecho siempre en la historia del mundo.
Luchan por sus derechos, por su libertad, por sus creencias, por el respeto a sí mismas y al mismo tiempo a todas. Así como alguna vez lucharon también contra la esclavitud y contra el colonialismo, así como han peleado a grito vivo contra las tiranías y en busca de sus desaparecidos y sus muertos y sus muertas.
Ellas lo han hecho bien. Pero pobres nosotros, que hemos mantenido por siglos un patriarcado represor y que ahora apenas sí sabemos cómo reaccionar para reparar tantas afrentas; para quienes hemos crecido en el simbolismo del padre omnipresente y ahora queremos desenredarnos de él, y a duras penas y a veces, practicamos la democracia en el hogar aunque nos cueste liberarnos de las ataduras, de los conservadurismos que son como segunda piel, como una casaca que nos aprieta pero que no sabemos como quitárnosla de encima, aunque lo deseemos de verdad, aún a pesar del miedo a la desnudez del alma.
Pobres nosotros que estamos tratando de hablar en colectivo, los que queremos alejarnos de la comodidad de ser el centro, los que queremos romper cualquier pacto que atente contra nuestras hijas y nuestras nietas y nuestras bisnietas y así por siempre y para siempre, los que nos escandalizamos de los abusos de poder pero alguna vez reprimimos la vida en nuestra casa y ahora no nos alcanza el arrepentimiento para ser perdonados, los que alguna vez confundimos el amor con el sometimiento y la sonrisa con el miedo, los que confundimos el grito destemplado con la ignorancia y los que usamos incluso, a nuestros propios dioses para imponernos sin recelo.
Pobres nosotros, los que cabalgamos sobre la mansedumbre, sobre la cabeza cabizbaja, los que fuimos cómplices en nuestro mutismo silencioso, los que agredimos ayer y hoy a los que amenazaban con agrietar nuestro poder omnímodo.
Pobres, los que fueron y fuimos, los son y somos ciegos de toda luz que da la inteligencia, pobres los que lloran a carne de su carne, inmoladas solo por ser diversas o ser diversos, pobres de los que aún con toda la omnipotencia que nos impuso la tradición familiar y social, buscamos siempre el refugio y la salvaguarda de la fortaleza de nuestras mujeres de la vida.
Pobres los nosotros , los que queremos dejar de ser pobres.
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