Recuerdo aquella vez cuando en una tienda de la localidad que vende todo tipo de uniformes, los amantes de lo ajeno se robaron algunos cambios o mudas de los que usan los policías municipales.
Al darse la noticia por la radio, una señora habló para decir, muy preocupada, que con ese hurto corríamos mucho riesgo pues, al transitar por el centro de la ciudad, sobre todo en la noche, no se sabría distinguir entre un policía verdadero y un policía pirata, y, de este manera, seriamos presa fácil de estos delincuentes (se refería a los policías piratas, claro)
De inmediato, la conductora del programa recibió una llamada de parte de una mando superior o de comunicación social de la policía municipal quien, queriendo tranquilizar las aguas y limpiar la imagen de la corporación, pidió a la ciudadanía- y, en especial, a la señora que acaba de llamar- que no nos preocupáramos, que esto no daría pie a la confusión pues, dijo, eran muy fácil descubrir a esos falsos policías, ya que después de las ocho de la noche, ya no tenían designado ningún policía (de los originales) en ese sector y si se topaban con uno entonces sí y solo si era un policía pirata
No sé si la doñita escucharía esto, pero yo sí y me quedé helado del susto.
O sea que el defensor de la corporación, al tratar de calmar a los radioescuchas, lo único que hizo fue confesar que el corazón de esta capital carecía de vigilancia y que esa zona estaba a expensas de cualquier atraco, fuese de un policía pirata, de un policía real o de cualquier delincuente común, estuvieras uniformado o no.
Eso fue hace algunos años, pero lejos de haber recuperado ese espacio- el espacio público- cada vez se abandona más.
El bienintencionado hombre tenía razón en aquel entonces y si ahora lo dijera tuviera más. Y es que nadie parece importarle que el primer cuadro de la ciudad, el espacio público por antonomasia esté abandonado a su suerte y no se haga nada por recuperarlo.
Si no me cree, adéntrese por esas calles al caer la noche y, a los pocos minutos, tendrá que apresurar el paso porque sentirá que está usted solo contra el mundo.
Acaso se encontrará por ahí a dos o tres empleados que, sin más opción, esperan, inútilmente, que pase el último camión. Se encontrará también, a lo mucho, a un par de perros que olfatean las bolsas de basura y unas banquetas por donde no transita casi nadie. Casi. Porque por ahí vagabundean la calma chicha y un airecito fantasmal que entra y sale por esas puertas entre abiertas de las pocas casas partículas-y no tan particulares- del rumbo.
Sucede que el espacio público lo hemos dejado en manos de no sé quién pero no de nosotros, no de la gente que habitamos esta ciudad como seres libres e iguales.
Todo esto impacta en el comercio, en el turismo, en la seguridad pública, en tantas cosas. A ninguna autoridad, sin embargo, parece importarle esto.
En una ocasión se lo expusimos personalmente al hoy pre candidato a la gubernatura, y entonces Presidente Municipal Javier Gándara. Hizo una cara como que si en verdad le interesaba pero no pasó de ahí. Así mismo le hicimos llegar unas notas al respecto a la ex regidora Lourdes Soria y dijo, con aparente euforia, que se reportaría este columnista “el lunes”. Ha pasado un año, otro más y ese “lunes” es hora que aún no llega.
Del Boulevard Encinas hasta la calle No Reelección, si se atraviesa por la calle Garmendia, o la calle Guerrero, o la calle Matamoros o las demás, es una total oscuridad. Quien venga de fuera pensará que diariamente hay toque de queda o que han llegado a lo que fue el centro de una ciudad ahora abandonada.
Esto no se siente tanto mientras no hay un referente para la comparación. Pero si salimos de aquí y visitamos otras ciudades, por ejemplo, del sur del pais, ah caray, nos damos cuenta lo pobre que estamos en estas calles de Hermosillo en cuanto a vida nocturna se refiere. Los comercios están cerrados, los vendedores ambulantes, los pocos, ya no se ven por ninguna parte en cuanto oscurece y el transporte público-lo que queda de él- a muy temprana deja de circular.
En lo cultural, ni se diga: ninguna actividad semanal, a no ser anualmente en las fiestas del Pitic o algún día considerado como especial. Al respecto, el presidente municipal en turno, cualquiera que sea, no ofrece ningún compromiso serio, menos un verdadero interés que no vaya más allá del cuidado de su imagen o de sus gustos personales en ese rubro.
En efecto, en esto último ya se había dado algunos pasos. El corredor cultural de los sábados había germinado cuando estuvo Alberto Nevares, la gente sabía que habría algo; desde la calle Obregón, frente a Radio Sonora, el centro de la ciudad se estaba iluminando: había luz, en muchas de sus acepciones y era cuestión de tiempo para que se volviera permanente.
No sé qué pasaría que no se le dio continuidad y, al menos en esa parte, dimos un paso atrás. Ahora ahí, desde muy temprana hora se observa un buen número de indigentes que merecían más que nada un tratamiento institucional sobre sus inconvenientes de alcoholismo y no el “dejar hacer, dejar pasar” de las dependencias competentes hasta en tanto no haya muertos o heridos, única forma en que, al parecer, se atienden los problemas en este país aunque sea por un ratito . Eso lo observamos a diario, nos estamos inventamos nada, al menos que sean visiones nuestras o estemos confundidos y solo sea la continua puesta en escena de un performance promovido por el instituto Sonorense de Cultura cuyas oficinas están a unos metros o estén sirviendo como objeto de estudio de algún investigador social de los alrededores.
En fin, si la idea es afrontar el problema en torno al espacio público, creo que se pueden hacer algunas cosas que, de cierta manera, permitirían recuperar la ciudad y, desde luego, la convivencia ciudadana
Reconozcamos que el primer cuadro de la ciudad, se ha dejado a la buena de dios y hoy es una territorio en tinieblas y agreste. Eso es caldo de cultivo para los delincuentes: los delincuentes comunes y los delincuentes de cuello azul, o sea los policías. (Los reales y con uniforme original, no pirata)
¿Cómo iluminar la ciudad? ¿Cómo darle vida a la llamada capital del noroeste? ¿Cómo no tener miedo a realizar lo que hace muchos años realizan otras ciudades del país? Les adelanto que esto se logrará solo si se suman esfuerzos y se tiene voluntad por parte de todos los involucrados.
En primer lugar, los comerciantes establecidos tienen que arriesgar (no es común que lo hagan los empresarios locales) y aumenten su honorario de atención al público, es decir, si cierran a las 8:00 pm, bien pudieran cerrar a las 10:00 pm o más. En la medida que esto se publicite y se sepa, llegarán las ventas. Cuestión de tiempo.
En segundo lugar , que se flexibilice , en tanto se reforma ( me apunto para una propuesta de)la aplicación de un reglamento de comercio y se permita a los vendedores ambulantes, ofrecer ordenadamente sus productos en ese primer cuadro y desde luego también en ese horario que les digo.
Que las autoridades de cultura retomen, al menos, lo que se hacía en el corredor de calle obregón y Garmendia, pero además lo extiendan a otras calles del centro el mayor número de días posible, no solo los sábados, con la cual se ofrece, por una parte, un ambiente cultural a la ciudad, y, por otra, y se le daría oportunidad de participar a todos los cultureros con que cuenta Hermosillo y, pese a tanto talento, muchas de las veces no se aprovechan lo suficiente. Que no se piense solo en los gustos de quienes deciden lo que hay que hacer, sino en la gente misma que sabe responder a los llamados a los eventos culturales, pese a que se hacen esporádicamente o no con la constancia que la ciudad ya requiere.
Que se garantizarle a los posibles asistentes, un horario de camiones al menos hasta las 11:00 pm, como ocurre en ciudades modernas, incluso como ya ocurre en ciudad obregón.
Que en los periodos vacacionales se tengan más actividades culturales para los que habitamos la ciudad o para los que la visitan y quieren conocer lo que aquí se tiene. No es posible, por ejemplo, que en este periodo decembrino, el turibus en el cual se hace un recorrido por puntos importantes del centro histórico de Hermosillo haya permanecido parado y la gente se tuviera que esperar “hasta el 6 de enero”, cuando se volvería a poner a disposición de los interesados, según explicaban en el módulo de atención al público que está enfrente de este carrito.
Dicen los urbanistas Jordi Borja y Zaida Mux: “El espacio público es el de la representación, en el que la sociedad se hace visible”
Efectivamente: el espacio público y sus diversas expresiones es de enorme importancia para identificarnos como ciudadanos.
Hay que darnos la oportunidad de recuperar ciudadanía y de tener una ciudad encendida y heterogénea. Hagamos del centro, un espacio con capacidad de construir diferencias, de organizar encuentros, de provocar la convivencia y la armonía entre culturas, entre sectores sociales, entre individuos que, juntos y diversos, quieren rescatar para sí, lo que, penosamente, está en un triste, muy triste abandono.
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*Publicada por primera vez el 1 de agosto de 2013.
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