Suerte de suertes la mía
Por esos días había sido mi cumpleaños 37. No, no lo anunciaron por el altavoz del pueblo donde vivía, como es la costumbre, cuando hay una noticia que dar, un servicio que ofrecer
Por esos días había sido mi cumpleaños 37. No, no lo anunciaron por el altavoz del pueblo donde vivía, como es la costumbre, cuando hay una noticia que dar, un servicio que ofrecer
Mi madre tuvo un pretendiente, porque si digo que fue un novio, capaz que me mete un pellizco.
En cuanto destapó el pomito de perfume que masoquistamente compraba año con año,
Los paceños no decimos abuelos, tenemos tatas y nanas, no regamos las plantas, les échamos agua a las matas, no tomamos impulso, agarramos viada, no nos burlamos, agarramos cura
Había una vez un pueblo en el desierto que reaccionaba muy distinto de otros pueblos cada vez que llovía.
«Oiga, qué chingonas están sus botas», le dije a un tipo flaco ensombrerado con bigote negro y nariz de gancho pitayero
En la noche buena estaba cansada y me quedé a dormir con mis padres. Había quedado de llevar un regalo en la noche a una niñita en complicidad con sus hermanas
Como las mías ya se fueron, a fuerza de ir a verlas cuando se puede, revolotearles cerca, escuchar historias de hace mil años de sus bocas pícaras y desdentadas
Por muchas cosas he querido llorar en estos días, ese pequeño encuentro con un ser vivo, mojado, frágil pero fuerte y listo a dar la pelea.
Hoy recordé como eran los días de ir a la playa en un lugar muy lejos donde viví. Estaba estudiando en un curso de catering en Inglaterra y un día de verano el grupo del curso me invitó a ir con ellos.