Arribo desafortunado
En aquel remoto caserío., enclavado en una profunda y exuberante barranca, entre impresionantes pedregales y cerros acantilados, cuyo nombre, no quiero acordarme.
En aquel remoto caserío., enclavado en una profunda y exuberante barranca, entre impresionantes pedregales y cerros acantilados, cuyo nombre, no quiero acordarme.
AQUÍ ME TOCÓ. Nacer, crecer, soñar y aprender a vivir con humildad y resignación, la prejuiciosa cultura heredada de nuestros antepasados.
En una vieja casona de adobe, custodiada por un ” Manchón” de palmas datileras, junto a un prolongado y pedregoso Morro, muy cerca de la vuelta del cerro, en un lugar llamado San Jorge, vivía “El Tegüero
Yo jamás podré a olvidar,
Haberme enseñado tú,
a vivir con humildad.
Yo te quisiera decir,
me apena verte tan solo
El reloj daba las 5. A M., Mi Señora Ene. cuidaba a su hermano Jesús en un hospital de Celaya. Y yo, en mi casa presto a repartir los pedidos, en mi camioneta, en esto Timbra el teléfono, Mi Señora al habla dice así.
Un refugiado Español, llegó en el correo, al parecer huyendo de la dictadura franquista, Mi tía Candelaria, dijo que venía de Europa padeciendo las secuelas de una guerra. Le pidió permiso a mi Padre, para que mi hermano Olegario y yó lo acompañáramos por las noches, y estuviéramos al pendiente de despertarlo de sus frecuentes pesadillas,
En la “bola”, buen soldado
de estatura limitada,
Valiente y muy arriesgado,
relataba sus hazañas,
Era una vaca Barrosa cuernilarga “encartada” de cebú, un regalo de mi abuelo Reyes Murillo Ozuna, andaba suelta en el llano de san julio, Mi tío Román me llevó , en una mula retinta A campearla.
Aquel fatídico día, a Chemo se le vio subir la cuesta pedregosa y enpinada, machete y chicote al cinto, a traer leña de palo fierro, quien había de pensar que ese día le resultaría tan fatal, que ya de regreso con su preciada carga al hombro, al sentarse de espaldas a una enorme biznaga, quedó enganchado a sus espinas curvas y resistentes, inmovilizado, sin poderse levantar.
Hace un “titipuchal de años que un grupo de jóvenes, disfrutaban echándose clavados en las cristalinas y refrescantes aguas en la presa del pueblo, en un caluroso y sofocante verano, se vieron sorprendidos por un fuerte “retumbido”, como un derrumbe de piedras.
Que al voltear, vieron un monstruo de grandes ojos, dirigiéndose a ellos, precedido por una cuadrilla de nativos que con machetes, hachas y picos, le abrían paso entre tupidos Huitataves, huitzaches y “huatamotes”.