Un traslado urgente
El reloj daba las 5. A M., Mi Señora Ene. cuidaba a su hermano Jesús en un hospital de Celaya. Y yo, en mi casa presto a repartir los pedidos, en mi camioneta, en esto Timbra el teléfono, Mi Señora al habla dice así.
El reloj daba las 5. A M., Mi Señora Ene. cuidaba a su hermano Jesús en un hospital de Celaya. Y yo, en mi casa presto a repartir los pedidos, en mi camioneta, en esto Timbra el teléfono, Mi Señora al habla dice así.
Luna que iluminas con tu fulgor la noche,
Luna que ante tu majestuosidad te abren paso las estrellas.
Luna que a través del tiempo, lo mismo has cautivado al niño, al grillo, al navegante y al poeta.
Luna que enloqueces y atraes a tus brazos las aguas de la mar, como queriendo beberlas todas, de un mágico sorbido.
Tres cuadras más adelante ese perro va a cambiar de dueño. Así se lo comenté a mi madre quien esa tarde de principios de año, a paso lento, me acompañaba al centro comercial que acababan de inaugurar, pero seguramente no me oyó porque desde entonces ya se estaba quedando sorda.
Un refugiado Español, llegó en el correo, al parecer huyendo de la dictadura franquista, Mi tía Candelaria, dijo que venía de Europa padeciendo las secuelas de una guerra. Le pidió permiso a mi Padre, para que mi hermano Olegario y yó lo acompañáramos por las noches, y estuviéramos al pendiente de despertarlo de sus frecuentes pesadillas,
Uno cree que en una mentalidad sencilla de una persona tan aldeana, huraña como mi amigo Quitito, el enamoramiento sería tal vez algo remoto, o que ni siquiera tendría cabida en él.
Hay quienes de esta pandemia se han reído y hay quienes, debido a ella, han llorado porque alguien se ha ido o porque no pueden vivir esto que viven a solas. “Esto” no es la pandemia en sí ni la cuarentena, le diré sino lo que ambas cosas pueden estar provocando, por más esfuerzos que …
A ti niño dueño del mundo,
que aunque tengas hambre, sueñas,
que aunque sufras carencias,
aun así viajas por las noches,
A mí. Lo que se refiere respectivamente a mí. No me anden con cuentos. Yo sé todo lo que pasa en los aviones. Y por eso me da miedo volar. Les voy a contar lo que me pasó hace un año. Llegué temprano al aeropuerto de Frankfort. Viaje de ahí a Roma. Tres horas de vuelo. Lo hice por Lufthansa. Pero nunca había visto nada como ese día.
El dolor por la pérdida irreparable de un ser querido es inenarrable. Corta. Mutila. Hace explotar, en miles de astillas, el alma cercenada como con cuchillos al rojo vivo. Trepanan y lastiman como la más grande herida, jamás sufrida.
La fiesta está en su apogeo y en orden aparente. Los tragos corren generosamente entre cantos, arpegios, y gritos de alegría, sobre todo cuando la frase de alguna canción es afortunada y llega al mero tuétano del que la escucha,