¿Y qué te dio que de repente, ya te crees todo un fenómeno cibernético y un experto en las redes sociales, sólo porque apenas sí sabes presionar cuatro letras del teclado del celular y ya planteas lanzar una campaña contra el Profe, porque según tú, no sabe usar el whatsapp y la computadora.
Desde algún anónimo escritorio desvencijado, perdido en los abigarrados pasillos llenos de cajas y sillas descarapeladas ya te crees el Comunity Manager de una empresa poderosa, cuando ni siquiera eres el administrador de tu grupito que apenas se compone de veinte compañeros de trabajo, y desde ahí, te imaginas poder desacreditar la imagen pública de un hombre sólo porque sospechas que no sabe usar una red social.
De repente te imaginas ser el Mark Zuckerberg choyero y a la primera te pantallean la conversación que luego rola por todo el vecindario y provoca risitas burlonas cuando te ven pasar.
Me imagino que eres todo un experto en Telegram, YouTube, Tik Tok, Twitter, QQ, Snapchat, WeChat, Tinder, Reddit, Kuaishou, weibo, y que conoces los entresijos de la red Tor y la internet oscura, como para imaginar que la gente va a dejar de sentir preferencia por el profe sólo por no contestar algunos mensajes desesperados.
Ahora dime, qué sabes tú del trajinar de un hombre que ya anda de pie desde las seis de la mañana, precisamente, revisando los mensajes en sus dos celulares, y que a las siete ya está saludando a las personas que lo esperan cada mañana en el portón siempre abierto de su domicilio, y que a las ocho ya asistió a varias reuniones de trabajo o participó en teleconferencias o entrevistas por Meet o Zoom y que a las nueve ya desahogó dos o tres solicitudes de audiencia en su agenda, y que a las diez, cuando tú apenas vas llegando a tu trabajo, con los ojos hinchados de tanto sueño, y empiezas a descombrar el escritorio, él ya va rumbo a la primera comunidad o a la primera colonia o vecindario.
Qué sabes tú del saludo directo, de la mirada a los ojos, de la sonrisa llana, de los pies y manos y caras que lo esperan en una playa fría, en el paraje desolado de un rancho perdido, en la calle, en el cerro.
Qué sabes tú que apenas sí le das tres vueltas al pasillo cuando vas por café a media mañana, de los miles de kilómetros de pavimento recorridos, de veredas y brechas terregosas trajinados no sólo ahora, sino toda la vida.
Qué sabes de las anécdotas, de los chascarrillos, de los cuentos y hasta de las tristezas y las angustias narradas con la voz entrecortada de esas gentes que se crecen ante la soledad y las carencias. De esas cosas tú no sabrás jamás, aunque seas un machuchón del streaming por OBS, Facebook Live o Instagram Live o Switcher Studio.
No sabrás de la magnanimidad y el desprendimiento cuando entras a las cocinas hechas de ladrillo y adobes y te ofrecen, abiertos, sinceros el burro de machaca, y el trago de café, aderezados con el abrazo o el apretón de manos, si tú sólo sabes de los burritos de afuera de tu oficina cuando le robas tiempo al checador en pleno mediodía.
Déjalo ser, así, libre, que siga caminando, que siga conjuntando las opiniones, que siga sembrando para un movimiento del cual forma parte desde hace tanto tiempo, cuando tú eras apenas un niño o cuando impulsabas, con el mismo ardor de ahora, al PRI o al PAN. Déjalo que gaste la suela del zapato, que se empolve los brazos, que parezca que va cansado; déjalo, que en sus ojos brille la luz cuando esté de cerca con la gente y luego, con una vitalidad que no tenemos ni tú ni yo ni nadie, continúe la brecha del día creciendo siempre, creciendo… Así déjalo. #PuroPaDelante
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