Evocaciones de Sudcalifornia

En busca del hombre nuevo

Hombre nuevo - Miguel Angel Aviles

Luego de analizar, con extremo rigor, las condiciones objetivas y subjetivas del momento, su servidor concluye que la República requiere un cambio radical.

Sí, creo que llegó la hora de construir al hombre nuevo. Sí, ese ente que nos garantice el prestigio y nos aparte del bochorno frente a las próximas generaciones.

La idea es formar una camada, una cría de clase premier que nos haga olvidar, lo más que se pueda, esos actos por todo mundo conocidos y que nos han internacionalizado allende las fronteras: desde los personificados por aquellos presidentes de la República, como los ejercidos en años pasados, por los obsesionados en las francachelas camarales blindadas por el efímero imperio de una curul.

Esto es lo que funda mi idea de considerar que ha llegado la hora de construir un nuevo tipo de persona: el estadista, el tipo con el mejor IQ de todos los tiempos, recto, gallardo, nacionalista, intrépido, de mirada penetrante, con una honestidad a prueba de cualquier video clandestino, con voz de locutor de radio o de Cesar Évora o de Juan Ferrara en sus mejores tiempos, de apariencia metrosexual, lector, culto, bueno para cantar, excelente deportista, alburero hasta las cachas, con estatura mayor a 1.70 para arriba, con futuro asegurado, con dotes de orador que casi raye en la declamación, incólume y estoico ante cualquier ofrecimiento de cinco millones de pesos para aprobar cualquier plan del adversario, pulcro versus no renuente al baño, que tenga pleno dominio del idioma, y que se sepa el Himno Nacional (claro, el nuestro).

Sin ser requisito esencial, es importante también, para medir su valor y su temple, que haya sido protagonista de una hazaña o una epopeya digna de admirarse. Por ejemplo: yo tengo un sobrino que a la edad de 4 años se cayó desde un tercer piso y vivió para contarlo.

Le quedó la frente llena de cicatrices como al Perro Aguayo pero con esa hazaña, dicha exigencia ya la tiene cubierta por sí en un futuro tiene aspiraciones políticas.

Así ustedes, si tienen a algún conocido, un pariente, un amigo que les haya pasado un carro de la basura por encima y siga vivo, si fue víctima de una negligencia médica en el IMSS, si en la época de la guerra fría estuvo en manos de la Policía Estatal o Federal Investigadora y está ileso, si leyó completita toda la obra de Leonardo Stemberg o de Carlos Cuauhtémoc Sánchez y no se la lleva hablando estupideces, si logró liberar a un detenido en la PGR sin dar un quinto, si saliò sano y salvo después de abordar un camión urbano, si no fue secuestrado en un retén del Ejército, o si aguantó estoicamente por más de tres minutos una disertación de Ricardo Anaya o si soportó dos programas consecutivos de Laura Bozzo, o si escuchó un CD de canto nuevo en la voz de Beatriz Paredes o si salió bien librado de una rivalidad con el más persecutor de la vieja clase política, sugiéralo, téngalo listo para cuando llegue la hora de seleccionar a los hombres y mujeres que significarán un parteaguas en la vida pública del País.

Esto es apenas un bosquejo, un esqueleto de lo que puede constituir esa criatura que dará vida a ese hombre (o a esa mujer) y con diez cañones por banda, viento en popa a toda vela, deberá plantarse ante su paternidad ciudadana y ponerse cuanto antes a las órdenes de su mandantes, es decir nosotros, los verdaderos dueños del sufragio y complemento imprescindible para conseguir una auténtica democracia representativa.

Sé que el reto que tenemos enfrente no es fácil. Es más, si la ciencia estuviera más adelantadita nada nos costaría estirar una mano y aplastar un botón para que cual de una lámpara emergieran ilustres personajes de nuestra historia remota, (lo cuales, si bien no fueron infalibles o intocados por los manoseos del poder, es lo mejorcito que hemos conseguido).

Ojalá contáramos con algo parecido a esas expendedoras de refrescos o de café donde tú eliges cuál tomar, le aplastas al logo y cae, como por arte de magia, la de tu predilección.

Digamos que yo estuviera enfrente de esa que llamaremos la máquina del tiempo y, órale, le pico donde dice “El Cura Hidalgo” y de repente se deja venir el Padre de la Patria todo amodorrado, con sus escasos cabellos blancos todos parados, con un gallo (de pelea) en una mano y una baraja en la otra pero dispuesto a continuar la batalla, no le aunque que no haya sido del todo lo que un día nos dijeron que fue.

Viendo tanta disposición de don Miguel, uno se emociona, y entonces, ya entrados, le aplastas por ejemplo donde diga “José María Morelos y Pavón” y cuando salga, le acomodas el paliacate y lo formas con don Miguelito. Luego seguimos con doña Josefa por eso de la paridad de género, y le sigues aplastando a la maquinita a ver si anda por allí Ignacio Allende, Javier Mina, Aldama, los Hermanos Galeana. Por lo pronto, con éstos pudiéramos hacer un buen fandango, aunque eso sí: que no se nos vaya a olvidar el Pípila por si hay necesidad de cargar algo pesado.

Esto es nada más para darnos una idea de cuál es el plan: ya cada quien en casa, mientras logramos acabalar al hombre nuevo, puede hacer campechaneadamente su propio equipo: Que quiere usted sumar héroes de la Reforma con personajes de la Revolución, ¡adelante!, que quiere meter tres niños héroes y los sumó con Pancho Villa ¡adelante!, que si quieren montar en un caballo juntos a Zapata y a la Corregidora allá ustedes, que cada quien haga su drim tim de acuerdo a su propio albedrío y como mejor le parezca.

También, ya entrados en la fantasía, no necesariamente el hombre nuevo por el que vamos en su búsqueda tiene que construirse de una sola persona. Si alguien cree que el camino está en el collage y le apuesta a la suma de virtudes, caracteres, fisonomías, partes corporales, emociones, tono de voz, color de cabello, gustos, preferencias sexuales, manías, características éstas que irán saliendo de aquí y de allá, no se detengan, clónelos.

Que alguien sólo se quedó con los principios y arrestos de don Miguel Hidalgo pero prefirió ponerle la melena de Rigo Tovar, ni hablar, mientras el objetivo de honorabilidad se cumpla. Si al Pípila creen que deban ponerle alguno de los cuerpos de los luchadores de la Triple AAA y meterle unos asteroides por si se ofrece levantar algo más pesado, bienvenido; si el engendro de hombre nuevo estiman que debe tener la voz de Alberto Vásquez con cigarro y toda la cosa, o la de Enrique Krauze o, en todo caso, la de Javier López “Chabelo”, ya es cuestión de cada quien mientras el objetivo se cumpla.

Si para que reencarne en alguien la Corregidora, o Leona Vicario, o Carmen Serdán es necesario ponerle atributos como los que emperifollan a Kim Kardashian o Catherine Z Jones (sin que esto constituya un ápice en la pérdida de nuestra soberanía) ni hablar, cederemos ante esos encantos con tal de alcanzar nuestro deseo de refundar nuestra patria con hombres nuevos y, sobre todo, mujeres nuevas.

Al cabo esto es provisional, casi parte de un sueño, mientras logramos construir con el tesón de nuestra ciudadanía a ese esperado, esperadísimo hombre (mujer) nuevo. A los otros, los que murieron, así como a nuestra imaginación, hay que dejarlos descansar en paz, al fin que ellos ya hicieron, y muy bien, lo que históricamente les correspondía. ¡¡Viva México!!

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Miguel Ángel Avilés Castro
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