Oh! los setenta en La Paz! Era estadio de personajes de todos tipos y colores.
Vivia todavia Marianita arrastrando su belleza ida. El mañosón y sus bromas ácidas sobre todo sobre los políticos. Y muchos más que le daban colorido a esta hermosa ciudad de los molinos. Conocí a uno de ellos. Era un hombre delgado llamado Juan. Unos cincuenta años de edad. Blanco. De lentes. Bien vestido. Y tripulaba una bicicleta azul colombiana.
Juan transitaba por las calles y de repente se le echaba encima a los carros. Los automovilista esquivaban el golpe pero no amarraban la lengua; mendigo borracho era lo menos que le decían. «Allá va ese loco borracho decía la gente».
Y Juan escuchaba. Pero nunca, nunca contestaba.
Un dia le segui a prudente distancia. Parqueo su bici en el Sudcaliforniano. Se bajo. Y al rato que regreso venia abrazando un bulto de periodicos como si fuera un gran tesoro.
Hola le dije iniciando la conversación. Hollaaaaa me contesta con una voz pastosa con dificultad. Y le solté la pregunta; porque manejas la bici borracho ? Tu tambien me acusas ? Reviro. No te acuso temo que un dia te mate un carro. Y me dice; mira. Estoy enfermo. Se me fueron paralizando poco a poco los brazos y las piernas. No veo bien. Y se me cayeron los dientes. Me subo con dificultad a la bicicleta. Y don Carlos me regala estos periódicos para que los venda. Y sabes porque lo hago ? _ No_ le respondí avergonzado. Y me contesto; Para mantener a mi esposa enferma también. Y a mis tres hijos.
Ahi acabó el dialogo. Le tome de su mano enjuta. Y me despedi.
La ultima vez que lo vi iba con uno de sus hijos. Lo llevaba en la parrilla dando tumbos y riendo a carcajadas.
Para José que padeció la apoplejía.
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