PRESENTACIÓN
Leer a Olga Freda Cota Gándara es caminar descalzo por un territorio que arde y a la vez cobija. Sus cuentos no se escribieron para el aplauso, sino para quedarse contigo mucho después de haberlos cerrado. En ellos, la infancia no es una fotografía inocente, sino un espejo fragmentado donde resisten la ternura, el abandono, el coraje y la sangre que nunca se cuenta del todo.
En esta historia —como en muchas otras suyas— la frontera entre lo real y lo inaceptable es tan fina como el corte de una amapola. Y la belleza, esa que Olga borda con frases limpias y personajes entrañables, esconde siempre un precio. A veces es el silencio. A veces, la renuncia. Otras, una niña con nombre yoreme que aprende a sobrevivir en un mundo que no fue hecho para ella.
Este libro no es una colección de cuentos. Es un altar para quienes han tenido que huir con la luna como única testigo. Para quienes han cargado a otros sin esperar paga.
Recordándonos que hay otras formas de nombrar el mundo, otras formas de resistir. Olga nos da eso: relatos que no se presumen, pero que lo dicen todo. Como una promesa susurrada en medio de una fuga.
No hay estridencia aquí. Solo humanidad. Y por eso, justamente por eso, duele y brilla tanto.
Efraín Verdugo
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