Evocaciones de Sudcalifornia

Lisas cuetiadas

Lisa cueteada - Walterio Gil

Sólo se necesita escoger una piedra plana grande, en dónde quepa una lisa, y una pequeña, plana también, para poner un cerrito de sal, nada difícil en una playa pedregosa, para darte un banquete de lisas asadas, todas las que quieras,  sólo le comes el lomo, por los dos lados, que es la carne que está libre de espinas, la tomas con los dedos con un poco de sal, mientras humea y escurren los jugos, se puede ser selectivo si se tiene la lámina de la hornilla, llena de pescados asados. Lámina que se podía encontrar en todas las playas, debajo de un arbusto, en un recoveco de la playa, o lugar que permitiera encender una hoguera, la lámina siempre estaba ahí.                                                                  

La pesca con pólvora era común, provenía de los explosivos usados en las minas y al poco control que se tenía sobre ellos, se usaba un tachineco, que era, un cuarto de barra de dinamita con un fulminante y una mecha muy corta, amarrado a una piedra que permitiera hundirse rápidamente y estallar a media agua. Las lisas son el blanco perfecto, nadan en cardúmenes a lo largo de la playa no muy lejos de la orilla, el pescador, camina por la playa con su tachineco y un cigarro encendido, observando las manchas de pescados, cuándo tiene una  mancha al alcance, avisa a la posible gente que esté en el agua para que mantenga la cabeza fuera, enciende y lanza la pólvora, al caer ésta, los Peces se apartan y al pasar el proyectil se juntan de nuevo y es el momento que estalla, formando un surtidor y dejando una mancha de Peces muertos, en la superficie y en el fondo, es el momento de entrar por ellos, todas las personas participan grandes y chicos, se recogen  con las manos, hay que sacar los más posibles y rápido, después de un tiempo se acercan tiburones y aves marinas a participar del festín, en un comportamiento aprendido al escuchar y sentir la explosión.

Tenía consecuencias, sí, había personas que perdieron un ojo, quienes perdieron parte de las manos. En el mar, sin duda, el seno de California, tan increíblemente productivo, las enormes manchas de sierras que brillaban como espejos, la cinta negra de varios metros de ancho que recorría continua la costa compuesta de calamares varados y putrefactos, que en invierno cambiaba a rojo al ser compuesta por langostillas varadas en inmensas cantidades, la temporada de huevos de gaviotas, que era la dieta principal en esos días, que hasta los pasteles se hacían con ellos.

Parecía normal y válido, tal vez lo fuera, tomar del medio lo que ofrecía, pero las malas prácticas lo cambiaron para siempre.

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Walterio Gil
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