No, por favor, ahorita la voy a pagar, no me tardo- le suplicaba al empleado de la CFE, un joven corpulento que enviaron un ocho de agosto a que me cortara la electricidad, era, quizás, el día más caluroso del año- es que no puedo, órdenes son órdenes – decía con gran convicción -es que no me llegó el recibo- le digo -en verdad no me ha llegado –Los recibos los enviamos por correos Mexicanos – Lo dice con el énfasis puesto en la calidad de la empresa que le encargan nos haga llegar los recibos, como si fuera Mitsubishi, como si fuera Microsoft, como si fuera tan eficiente el pinche correo nacional. –bueno, pero usted calcula cuando mas o menos debe pagar la luz ¿no?- lo dice con una lógica medio pendeja. –Pues si amigo pero uno no trae en la cabeza la maldita luz hasta que la llegada del recibo le recuerda la fecha del corte.
-No puedo, el procedimiento ya está en marcha y no hay manera de regresar. –No seas cabrón, hace mucho calor, agarraste el día más caluroso del año para cortarme la luz –anda, no seas culey. –Es que no se puede, vaya a pagar la luz y luego se la reconecto –y para que jodidos me la quitas si al rato me la vas a conectar, mira si quieres te pago la reconexión por si llevas comisión. –No, que comisión voy a llevar- dice medio enojadillo, cree que le voy a salir con una mordida –ai tá, si no ganas nada ¿Cuál es la prisa por cortarme la luz?, si no la pago en media hora me la quitas, voy en chinga a pagar. – no hay caso, había que pagar antes, ya está cortada- . Pues no cedió el H de P. Se me ocurrió levantar la tapa del buzón de mi vecino, ahí estaba el bendito recibo.
-Ahora voy a tener que abrir todos los buzones de mi colonia para ver dónde está el mío- le grité mientras se alejaba, aparte de una grosería –encabronado- procurando cuidadosamente que no me oyera. Grandote el tipo, treinta años menos que yo, casi el mismo peso pero con 80 por ciento de músculo, uno ochenta de estatura, no era cosa de andarse haciendo el valiente. Pues ai te voy a pagar el recibo.
Que llego a la sede de la empresa de clase mundial, tomo mi turno y luego pasé a la caja cuatro –¿va a pagar en efectivo? –Si- le digo – ahhh … puede pagar en el cajero. Aun enchilado digo –¿no podrían hablarnos por teléfono para darnos una recordadita?, ya ves que a veces (por la razón que sea) los recibos no llegan. –No, no podríamos, tendríamos que tener personal especial para hacer eso –me dice. –es que somos clientes que pagamos religiosamente y a veces, por la razón que sea, se nos pasa, es un crimen, con este calor, que nos quiten el aire, los ventiladores- digo y sin dejarme terminar –no se puede – me cortó. – … que nos trataran como clientes, que además no tenemos otra opción, no hay otra empresa que venda electricidad –para ese tiempo ya me había dado la espalda y le valió madres lo que decía, ni siquiera para parecer que me ponía atención. Mandóme, olímpicamente a la jodida… y más allá.
Fui al cajero, inmediatamente el cajero me agregó los setenta y tantos pesos de la reconexión más el IVA, me dio el comprobante y salimos a buscar alguna zona con refrigeración. Es fin de mes -dijo la prole- vamos a comprar el mandado- buena idea, así hacemos tiempo mientras ponen la luz ¿Cuánto tardarán en ponerla? – Dijo otra –pss quien sabe, si me oyó lo que dije al final, a los mejor se tarda más, espero que no sea rencoroso- respondí.
Nos pasamos las horas en el súper, compramos un raspado que pronto se hizo líquido, llegamos a casa y ¡nada! se nos freía el cerebro, acampamos en el balcón y de pasada veíamos si llegaban a reconectarnos. Nada pasó. Dieron las doce, la una, las dos y nada. Hablamos con un amigo jubilado de la CFE a ver si tenía compinches que nos hiciera el favor. Nada. Hablamos con un amigo del sindicato de la CFE a ver si podía -voy a hablar a la compañía- prometió. Nada. Lo comenté con mi amiga la del café bañado en sudor. Me dijo –voy a hablar con una de mis empleadas- en voz baja me confiesa –todos los días vienen dos tipos de la CFE que le echan los perros, les da volantín a los dos, no haya por cual decidirse- Mientras mi amiga hablaba con su empleada, una chaparrita, muy simpática, caderuda, buenona, de caminar saleroso, listilla y alburera. De nuevo a la CFE, ya no me contestaron. En eso habla la chaparrita – Doctor, ¿Cuál es su dirección? Se la dije y solo me respondió –ahorita van para allá-
No fue uno, fueron dos los que llegaron a reconectarme la luz de parte de la chaparrita empleada de mi amiga. Cuando llegó el otro, se miraron como blandiendo las artes de guerra. No se dijeron nada, simplemente uno vio al otro levantando la caja de los controles eléctricos, se apartó e inmediatamente habló por teléfono –supongo- que a la chaparrita, porque, aunque no oía lo que decía, manoteaba y con el rostro enrojecido espetaba algún tipo de agravio, de reclamo, mientras el otro, conectaba lo que habría de conectar y la luz se hizo.
Le di las gracias, le hablé a mi amiga para que le diera las gracias, de mi parte, a la chaparrita. Le chismeé el asunto de los dos que llegaron al mismo tiempo y casi se agarran a guamazos. Solo me contestó – No se preocupe, ella sabe cómo manejar esos asuntos.
Una vez más se demostró que el imperio de los encantos femeninos, son mucho más poderosos que Kalimán.
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