* Noche muy difícil
Hasta donde soportaremos la angustia y temor por el COVID, es una de las interrogantes que me he hecho desde hace varias semanas, despierto o dormido todos los días; nuestra capacidad de resistencia está a prueba; hace unos días tomé la decisión de aislarme dos semanas e irme a un rancho huyéndole a la pandemia porque lo de la vacuna se está convirtiendo en un cuento chino, dos semanas que se acortaron en ocho días por dos imprevistos igualmente angustiante y dolorosos; la muerte de mi hermano Osvaldo y un agudo cuadro inflamatorio en el intestino grueso que aún me mantiene postrado en cama.
Lo de mi hermano sigue socavándome mis disminuidas fuerzas, me duele y me duele mucho lo que pasó; una noche antes que me avisarán del fatal desenlace no dormí por un agudo dolor abdominal, el frío, la lluvia y las preocupaciones; dos días sin comer, subirme al volante del “andariego” –pick up– y darle 3 horas y media de brecha mala con la imagen de mi hermano fija en mi mente, a ratos llorando, a ratos implorándole al Señor, a ratos tomar “aigre” propiamente sin apagar cigarro, ha sido para mí lo que fue para Hitler “la noche de los cuchillos largos”.
Ese día tenía pensado ir al campo pesquero Los Burros a comer pescado fresco, saludar amigos y amigas y convivir el día con ellos pero cancele la salida por una mala premonición que me dio, algo presentí que pasaría y pasó, bien dicen que los designios de Dios son perfectos; siempre he tenido como un sexto sentido que me adelanta y advierte cosas que van a pasar, no se sí sea un médium o algo al que no le encuentro explicación, lo cierto que me pasa seguido y no lo subestimo porque tengo la experiencia, buena o mala, de que algo pasa.
En Los Llanos de Kakiwui he hecho excelentes amigos, gente de trabajo, gente nuestra con la que me identifico plenamente, si algo disfruto es convivir con ellos, platicar, compartir sus ocurrencias, anécdotas e historias que no termino de conocer, me recuerdan mis años mozos en mi amada tierra, Caduaño, donde viví mi niñez y mi primera juventud sin más desafíos que ser feliz.
No digiero la muerte de mi hermano como no he digerido la muerte de mis padres, son golpes que duelen profundamente, la familia de siete hermanos se ha reducido a seis sin los patriarcas que nos dieron rumbo y dirección suelen ser pérdidas irreparables, insustituibles; por razones de la vida o del destino mucho antes de la muerte de mis padres me convertí en el guía de la familia como en los antiguos patriarcados romanos, y en esto no hay más que darle pa’ delante.
Como miles o millones de personas mis preocupaciones se centran en la maldita pandemia, dos de mis hijos lo han enfrentado y la han librado, una nuera, infinidad de amigos, amigas y conocidos, tema de preocupación, de alta preocupación, no quiero soltar mis dos de bastos repartiendo culpas por el mal manejo –criminal e irresponsable– que le han dado, lo cierto es que no nos merecemos los que está pasando.
No es vida pasarme todo el día encerrado en mi casa sin poder ver ni platicar con nadie, he pospuesto infinidad de “desayunos políticos” aunque esto limite mis fuentes de información, solo dos horas del día dedico a mi chamba y no sé por cuánto tiempo más seguiré así, trataré de hacer una o dos columnas a la semana solo para mantener viva mi presencia en los medios, las redes medio las atiendo a cómo voy pudiendo, he redactado esta columna para compartirles mis angustias, mi estado de ánimo y sobre todo mis preocupaciones por el maldito Covid, con la señalada sugerencia de que se sigan cuidando, si nosotros no nos cuidamos nadie lo hará por nosotros. Que Dios los bendiga.
Para cualquier comentario, duda o aclaración, diríjase a victoroctaviobcs@hotmail.com
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