Hace tiempo me regaló mi amigo Bernabé Meza –que debería ser mi pariente- un USB con las “Las 500 Mejores Rolas de Rock” según la revista Rolling Stone y recuerdo que hace cerca de 50 años, a finales de los sesentas, cursaba los últimos años de primaria; vivía en San Ignacio y me encantaba -me encanta- escuchar la radio. Por no haber, no había ni luz eléctrica. La radio que escuchaba, eran las estaciones de Sonora y Sinaloa. El esquema era el de siempre: muchos anuncios con locutores ruidosos al grito de ¡Ofertooooón!, luego una cancioncita rítmica –“alegre”- en general, cumbias, música ranchera, tríos y baladas de cantantes de moda, en ocasiones, interrumpido por un corto noticiario.
El «rockanrol» mexicano estaba pasando de moda y aquellos dizque rockeros como Enrique Guzmán, César Costa, Alberto Vázquez, Manolo Muñoz o Angélica María, solo cantaban baladitas –que no sacan de ningún apuro- melosas, malcopiadas de la música popular italiana y norteamericana.
Algunos grupos que conservaban cierta reminiscencia del rockanrol -al menos el nombre en inglés- como los Fredys, Los Babys, los Jhonny Jets o Los Moonlight, habían dado un giro hacia la música romántica, sollozante y obvia. Al igual que los Apson, dejaron de copiar la ola inglesa para dedicarse a amenizar bailes y a grabar viejas canciones de tríos, boleritos guapachosos tocados con instrumentos modernos y ocurrencias de fugaz paso por las estaciones de radio como «La minifalda de Reynalda», «La mula bronca», o «Fuiste a Acapulco» que causaron furor en su momento.
La música ranchera que siempre ha rifado en esos lares eran los corridos de Antonio Aguilar y el recuerdo de Javier Solís; desde luego que José Alfredo y sus múltiples intérpretes estaban presentes, pero en el ambiente ranchero de San Ignacio, los incuestionables reyes eran los Alegres de Terán a quienes les hacían sombra los Broncos de Reynosa y los Gorriones de Topochico que tenían sus presentaciones estelares en el madrugador programa de Laboratorios Mayov.
Cuando llegaba la noche, las estaciones mexicanas de Sonora y Sinaloa desaparecían del cuadrante y entraban los gringos, las estaciones de los Estados Unidos se escuchaban nítidas, aun en las noches invernales ventosas del oasis. Casi sin anuncios comerciales, solo irrumpía de vez en cuando el locutor que aullaba como lobo o alguna aguardentosa voz que anunciaba la rola –que apenas entendía- pero que tenía un sonido diferente a todo lo que se escuchaba en la radio en el norte de la Baja California Sur.
Era una estridencia bien marcada, acompasada por sonidos fuertes de bajos y percusiones, además de resonancias alargadas que se distorsionaban y daban una sensación de caos controlado; la voz del cantante no era especialmente virtuosa, incluso se perdía en los sonidos dominantes de la instrumentación. Me gustaba, simplemente me gustaba el tono festivo, los gritos destemplados, el contraste, el desmadre, la libertad. Había otras estaciones. Recuerdo especialmente una que mencionaba frecuentemente a “Oklahoma” en su identificación. La música de esa radio era un poco diferente: más lenta, los instrumentos eran más numerosos y variados – muchos vientos, trompeta, sax, trombón, por ejemplo- pero además incluían invariablemente coros majestuosos que hacían una especie de respuesta a la voz del cantante principal. Era música religiosa.
Cuando entré a la secundaria, un tío del Coiso –El Ramiro- compraba y coleccionaba la revista de música “México Canta”, revista semanal que informaba el Hit Parade, traía artículos escritos por Carlos Chimal y José Agustín, cartas del público que respondía el Vivi Hernández, cancionero, traducciones de algunas rolas, entrevistas. El “México Canta”, además de los artistas de éxito de la época –Manzanero, Roberto Jordán, Carlos Lico, etc.- traía información y fotos de Beatles, Rare Earth, Jefferson Airplane, Mammas and the Papas y muchos otros a los que ya identificaba con la radio en inglés. También tenía espacio el rock nacional como El Three Soul on My Mind, La Revolución de Emiliano Zapata, Xavier Bátiz y otros.
Con el México Canta entendí que la música de “Oklahoma” que escuchaba de noche en San Ignacio era de The Miracles, Marvin Gaye, Stevie Wonder, Diana Ross & The Supremes, The Jackson five, The Temptations, Martha and the Vandellas, Gladys Knight & the Pips, y muchísimos grandes de la Motown Sound.
Al terminar la secundaria, los Beatles se separaron, fue un golpe tremendo, no lo podíamos creer. Nos dejaron colgados de Let it be. Nos habíamos convertido en rockeros sin querer, una condición que dura hasta hoy. Unos han muerto, otros se han retirado, pero muchos otros, arriba de setenta años, siguen en la brega como los eternos Rolling Stone, el durable Rod Stewart, íconos calvos como Elton John, Phill Collins o Billy Joel; Gladys Knight conserva su maravillosa voz; se juntan de vez en cuando Simon and Garfunkel, The Eagles, Credence, Fletwood Mac con MCartney con Clapton; Tina Turner aun mueve sus fabulosas piernas, etc.
Pero sobre todo tenemos un USB con las 500 mejores rolas rockanroleras escuchables en calmosa y sosegada carretera, ida y vuelta –y puebleando- a San Ignacio.
…Y apenas vamos en la secundaria
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