Evocaciones de Sudcalifornia

Ronquidos

Ronquidos - Hanna Miranda

Tal era la vida de una joven valiente, que al llegar la medianoche se disponía a levantarse de la cama, aún habiéndose acostado sin ninguna intención posible de cerrar los ojos y dormir.

Con los ojos bien abiertos, mirando el techo levemente iluminado por la luz de la ventana. Nadie en su familia, ni siquiera el gato que se acurrucaba junto a ella sospechaban de la dudosa actitud de la joven valiente.

Eran justo a las 12 AM, cuando la niña despertó… desconcertada. Como descubrió que su cuerpo no se movía más que sus ojos trató firmemente de tranquilizarse, seguro que «si mantengo la calma al cabo de unos minutos podré conciliar nuevamente el sueño» fue lo que ella pensó, totalmente equivocada, no habían pasado probablemente más de unos 30 minutos en silencio. Y de repente, unos ronquidos comenzaron a resonar en las paredes de la casa… podía no ser nada extraño, seguramente serían sus padres teniendo un sueño pesado o su hermanito tal vez.

En el segundo intento de moverse a las 12:36 AM su cuerpo seguía sin responder y la joven valiente estaba comenzando a preocuparse, y en su cuerpo comenzaron a doler sus brazos y piernas, como si hubiera tensión, no era nada que no fuera soportable pero sin duda una extraña sensación si no sabes lo que ocurre. El sudor en su frente empezaba a deslizarse por su cara, casi a chorros por todo su rostro, dibujando caminos líquidos y grasientos que manchaban su vista, a tal grado que comenzó a arder, pestañeaba una y otra vez sin lograr ningún cambio, era obvio, su cuerpo estaba cubierto por una gruesa cobija áspera que comenzaba a sofocarla, a excepción de su piernas que quedaba levemente al descubierto, también empapadas de sudor, siendo expuestas al aire de su abanico que apuntaba hacia sus pies descalzos.

únicamente envuelta en el sonido de su abanico y los ronquidos, la joven valiente no encontraba objeto alguno en qué apoyarse para poderse dormir. Y en el tercer intento de mover su cuerpo un gemido leve salió con dificultad de su boca que estaba completamente cerrada, y aunque lo que más se escuchaba ahora no era más que su estruendosa forma de respirar, la joven valiente se dio cuenta que su abanico no giraba más. Fue tan repentino e inquietante el silencio que la envolvía que se cuestionó lo que podía proseguir, tenía una extraña sensación de que algo estaba cerca.

«Por fin podré dormir» Pensó la joven y a las 12:50 una leve corriente de aire soplaba a un lado de su rostro y en cuanto se dio cuenta de ello, abrió sus ojos con fuerza a la espera de un peligro… a las 12:52 AM intentaba convencerse de que hubiese sido su gato o el aire de su ventana pues no tenía sentido que lo que la acechara, que en realidad (decía ella) «no hay nada» no habría esperado tanto después del primer aviso para lastimarla.

Hasta que a las 12:54 AM un resoplido al lado de su cara lo suficientemente fuerte hizo que su cabello quedara cubriendo sus ojos dejándola ahora sin visión y con un miedo profundo, pues ahora estaba más que convencida de que no estaba sola y que precisamente, estaba más cerca y los ronquidos que ya había escuchado antes a lo lejos ahora estaban justo al lado de ella, como si tuviera su boca en su cuello. Esclava del miedo y de su cuerpo paralizado sin siquiera tener sus ojos para observar lo que ocurría, la joven valiente comenzó a notar que la presión que sentía en el cuerpo eran sus manos cerradas en puños firmes que clavaban sus propias uñas en las palmas formando heridas que ahora ardían.

Y los ronquidos seguían y seguían subiendo cada vez más en lo grotesco y en volumen resoplando después en el cuello de la chica provocando que el cabello de la misma se moviera. Y la joven valiente atada solamente a la opción de escuchar sin moverse ni ver, pedía a gritos que la ayudaran pese a que nadie podía oírla; y de sus ojos brotaban bizarras mezclas de sudor pegajoso y amargo con lágrimas. cuando entonces a su lado se oye una estruendoso ruido como si se hubiera ahogado con su propia saliva y aire despertándolo, preguntando al paso del gargajo que se tragó con su asquerosa y ronca voz:

«¿Quién está en mi cama?»

Resoplando nuevamente en su cuello mientras que la joven emitía un grito ahogado que raspaba su garganta, haciendo doler ésta misma a la vez que su pecho ardía.

1:00 AM … la joven valiente se sienta en su cama siendo finalmente capaz de respirar y soltar sus puños volviendo a oír su abanico girar.

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Hanna Miranda Verdugo
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