Amores y pajuelazos
Uno cree que en una mentalidad sencilla de una persona tan aldeana, huraña como mi amigo Quitito, el enamoramiento sería tal vez algo remoto, o que ni siquiera tendría cabida en él.
Uno cree que en una mentalidad sencilla de una persona tan aldeana, huraña como mi amigo Quitito, el enamoramiento sería tal vez algo remoto, o que ni siquiera tendría cabida en él.
Hay quienes de esta pandemia se han reído y hay quienes, debido a ella, han llorado porque alguien se ha ido o porque no pueden vivir esto que viven a solas. “Esto” no es la pandemia en sí ni la cuarentena, le diré sino lo que ambas cosas pueden estar provocando, por más esfuerzos que …
A ti niño dueño del mundo,
que aunque tengas hambre, sueñas,
que aunque sufras carencias,
aun así viajas por las noches,
A mí. Lo que se refiere respectivamente a mí. No me anden con cuentos. Yo sé todo lo que pasa en los aviones. Y por eso me da miedo volar. Les voy a contar lo que me pasó hace un año. Llegué temprano al aeropuerto de Frankfort. Viaje de ahí a Roma. Tres horas de vuelo. Lo hice por Lufthansa. Pero nunca había visto nada como ese día.
El dolor por la pérdida irreparable de un ser querido es inenarrable. Corta. Mutila. Hace explotar, en miles de astillas, el alma cercenada como con cuchillos al rojo vivo. Trepanan y lastiman como la más grande herida, jamás sufrida.
La fiesta está en su apogeo y en orden aparente. Los tragos corren generosamente entre cantos, arpegios, y gritos de alegría, sobre todo cuando la frase de alguna canción es afortunada y llega al mero tuétano del que la escucha,
En la “bola”, buen soldado
de estatura limitada,
Valiente y muy arriesgado,
relataba sus hazañas,
Si esos pasajeros que ahora veo descender felices hubieran sabido en quien venía depositada la confianza para garantizar la seguridad de este avión que nos trajo desde el Distrito Federal a Hermosillo, antes de tocar tierra los mata la angustia y la terrible desesperación.
Alguien platicó hace mucho, que una ocasión el Conono iba a pelear en una arena deportiva contra no sé quién, que venía a boxear desde los Mochis, Sinaloa. No pues, ahí estaba el Conono, listo para echar chingazos.
Los nublados que he visto en estos días, son esos mismos que recuerdo de los finales de año cuando era niño.
Es un nublado grisáceo no siempre confortable para los que suelen tener lastimada el alma.