La cebú
Era una vaca Barrosa cuernilarga “encartada” de cebú, un regalo de mi abuelo Reyes Murillo Ozuna, andaba suelta en el llano de san julio, Mi tío Román me llevó , en una mula retinta A campearla.
Era una vaca Barrosa cuernilarga “encartada” de cebú, un regalo de mi abuelo Reyes Murillo Ozuna, andaba suelta en el llano de san julio, Mi tío Román me llevó , en una mula retinta A campearla.
Una tarde de verano de 1990, me dice mi gran amigo y hermano David de La Paz ¿ puedes acompañarme a Comondu ahorita. Regresamos mañana? Si.
Y ahí vamos pasadas de las cinco. Entre charlas y recuerdos, llegamos al Valle
Aquel fatídico día, a Chemo se le vio subir la cuesta pedregosa y enpinada, machete y chicote al cinto, a traer leña de palo fierro, quien había de pensar que ese día le resultaría tan fatal, que ya de regreso con su preciada carga al hombro, al sentarse de espaldas a una enorme biznaga, quedó enganchado a sus espinas curvas y resistentes, inmovilizado, sin poderse levantar.
Cuando los campos del Valle de Santo Domingo, lucían sus inmensos trigales y sus algodonales, aquellos días que han quedado atrás, aquellos días de prosperidad de sus agricultores, aquellos días en que los relojes movían menos aprisa sus manecillas, y en los que no existía la obesidad ni la diabetes infantil, aquellos días en que las mujeres eran madres de tiempo completo y no tenían que dejar a sus vástagos en alguna guardería;
Hace un “titipuchal de años que un grupo de jóvenes, disfrutaban echándose clavados en las cristalinas y refrescantes aguas en la presa del pueblo, en un caluroso y sofocante verano, se vieron sorprendidos por un fuerte “retumbido”, como un derrumbe de piedras.
Que al voltear, vieron un monstruo de grandes ojos, dirigiéndose a ellos, precedido por una cuadrilla de nativos que con machetes, hachas y picos, le abrían paso entre tupidos Huitataves, huitzaches y “huatamotes”.
Unos vieron a los cuates
que iban rumbo a la misión,
A repartir aguacates,
que había tirado el ciclón,
Andaban acelerados,
llevaban un garrafón.
Don Hugo muy “compungido”
salió de su tendajón,
Con el pecho apachurrado
trataré de relatar, El paso de un huracán
que nos dejó destrozados. El año del dos mil nueve,
nunca se nos va a olvidar