Historia de amor
En cada nota,
de esta melodía,
invoco tu nombre mujer,
tu imagen, tu vida,
y me transporto en el tiempo,
tan corto y eterno,
tan bello y sublime
en que fuiste mía.
En cada nota,
de esta melodía,
invoco tu nombre mujer,
tu imagen, tu vida,
y me transporto en el tiempo,
tan corto y eterno,
tan bello y sublime
en que fuiste mía.
Mi papá se llamaba Ramón, pero por un tiempo yo llegué a pensar que se llamaba “finado”. El primer apellido de mi mamá era Castro, pero por un tiempo yo llegué a pensar que se apellidaba “viuda”.
Encino de leñosa madera, andante,
del norte llegaste a mi tierra,
con brazos erguidos cual gigante,
evocabas la vida de la sierra.
Me acuerdo de ti como en segmentos, como en apariciones, como si jugaras a ser una fantasma y solo me dejaras verte a ratos: en esa orilla de la cama, sentado y con tus manos apoyadas hacia atrás para agarrar aliento porque ese corazón ya estaba muy maltrecho.
Te veo también al frente de nosotros, entrando al internando de la escuela Normal Urbana donde trabajabas (hasta la fecha el olor a pasto húmedo, como el que ahí había, me hace recordarte).
Hoy recordé a mi viejo
y reflexioné,
¿Por qué sólo se le escribe a la madre,
cuándo se ha tenido también a un gran padre?;
entonces vinieron a mi mente
los primeros días de mi infancia,
cuándo el me llevaba al campo
de aquel gran Valle de Santo Domingo,