Petra estaba muy contenta. Su patrona le había prestado unas zapatillas de tacón mediano y Petra las boleaba con esmero. Era un bonito sábado y tenía cita con José, un muchacho fuereño que trabajaba como mecánico eventual en el un taller cercano a la casa donde ella laboraba y habitaba en el cuartito destinado a la servidumbre. Arregladita como pa’ ir de novia acompañó a José al cine y vieron, primeramente juntos y después del intermedio tomados de la mano, la cinta Love History, doblada al español gachupín. A la salida, tomaron un café y luego unos tacos de suadero con agua de horchata. Al otro día, mientras echaba la ropa de los patrones a la lavadora, le comentaba a la patrona: -Ayer José me tomó de la mano. Qué feliz soy-
-Me alegro por ti, Petra, le respondió Doña Altagracia.
En los días siguientes, Petra, con los ojos iluminados de amor, le seguía dando datos a la señora: -Ayer José me besó. Qué tierno es…
Y así, día a día, Petra hablaba con Altagracia de su amor. No tenía otro tema de conversación. La música romántica grupera de los Caminantes, Los Temerarios y el Grupo Libra invadía el cuarto de lavado y su corazón.
Pasó el tiempo y la mirada de Petra se fue tornando triste y melancólica, hasta que un silencio total la invadió. Ya no hablaba más de José. Lo último que le comentó de él a la patrona cuando ésta le señaló el vientre abultado, fue, mientras planchaba: «-A pesar de lo que me hizo José, no le guardo rencor»
José se había esfumado.
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