Evocaciones de Sudcalifornia

Brillantina

Gel -. Miguel Angel Aviles

Del libro Estar y No. Juegos de la Memoria. Instituto sudcaliforniano de cultura.2014….Los 70 a través de la crónica…se busca reedición. Cuando menos para poner a leer a un chaperón y distraerlo.

Cuando no había gel ni nada de eso y se usaba la mantecosa brillantina Jockey Club cuya botella tenía pintado a un cabrón montado en un caballo; luego llegaría la Wildroot, en botella blanca con negro, de mejor presentación, para que te vieras más de acá, bien relamido. En los cuartos de todas las casas quedaba un olor, cuando te echabas primero en la palma de la mano; la restregabas tantito con ambas y te la pasabas por toda la cabeza. Como lo recuerdo; has de cuenta que tienes el espejo enfrente y traes el pelo como si trajeras mermelada, pues había que agarrar un peine, para que más te guste, de color negro, de ésos que también usaban para buscarte los piojos. Ya que estabas en pose, empezaba la peinada, tratando de que no quedara ni atrás ni adelante ningún pelito suelto; no fueran a pensar que uno era ordinario y que no se peinaba. Eso no lo podías permitir; menos si al rato te ibas a ir al baile o a dar la vuelta con los amigos o a la escuela, porque ahí sí que te pedían que fueras con el pelo corto y bien peinado como los rocanroleros de entonces, que de seguro se ponían vaselina o brillantina de las que les digo, porque era la moda. Ni quien te hiciera burla, aunque valía más que te hicieran burla, a traer todos los pelos parados como un puercoespín; ahí si que me parecería a los muchachos de ahora, que casi ninguno se pone nada. Ni saben que antes no te parabas en la calle sino quedabas bien relamido, después de estarte pasando una y otra vez el peine piojento. Es que se trataba de estar bien presentable como un artista del momento con un peinado insuperable, las mangas de la camisa casi subidas hasta los hombros musculosos y un pantalón bombacho; que no desentonaran los colores ni los zapatos fueran a estar llenos de tierra, porque si no, de nada serviría ir muy oloroso a la conquista.

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Miguel Ángel Avilés Castro
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