No sé si con esto de la globalización, la costumbre se haya generalizado o desde antes ya era así, pero, al menos en México, hay una forma de llamar a las cosas que a mí me fascina o me causa algo como ternurita.
Me refiero a los giros idiomáticos que existen en el ámbito de la burocracia o en el terreno de la administración pública, en donde luego de noches enteras que, seguramente ocuparon los operadores de los sistemas organizacionales, llega lo ocasional y lo echa todo a perder (o a ganar, según se vea), nombrando aquello tan propio, tan formal, tan especializado, con una expresión mundana que a cualquier dogmático desamina, es cierto, sobre todo si se le puso los kilos pensando en un nombre apropiado para ese documento pero que, retando a los doctos, se atravesó alguien con una formación muy barrial y le dio por llamar a ese documento, o a ese trámite con una expresión más digerible o más entendible para todo mundo.
Para irnos entendiendo diré, primero, que un giro idiomático, también llamado expresión idiomática, modismo o, más comúnmente, frase hecha, es una expresión particular de una lengua, que no se adapta a sus normas gramaticales o al sentido literal y usual de sus palabras, y que posee un sentido figurado adoptado de manera convencional.
Llevado al plano terrenal, hagan de cuenta que a un vecino o vecina, le pusieron por nombre Yannick Kilian, a él, o Samay o Briseida a ella, pero una mañana que andaban apenas gateando, la abuelita o un tío, le comenzaron a decir “El Chuchín” o la “Yeya”, respectivamente, y así se le quedó para siempre.
Ah, pues eso pasa en la administración pública y todos los manuales habidos y por haber que se hayan hecho, donde a lo largo del tiempo se han acuñado palabras o expresiones que, con la mano en la cintura, formarían parte de un glosario cuyo uso es meramente incidental y sólo puede entenderse en la situación práctica del habla.
Sí, uno puede echarse un clavado en Wikipedia y podemos leer que la administración pública es un sistema de límites imprecisos que comprende el conjunto de comunicaciones con el gobierno público de la ciudad y busca las organizaciones públicas que realizan la función administrativa y de gestión del Estado y de otros entes públicos con personalidad jurídica, ya sean de ámbito regional o local.
Y así me puedo ir libro tras libro y lectura tras lectura conociendo las principales teorías de la administración, sus enfoques, representantes y aportaciones, pero nada de esto le ha sido tan útil o don deste o a don aquel que los modismos usados en la vida real de una ventanilla donde se gestiona un permiso, se solicita un préstamo, se pregunta por una jubilación o se reclama por lo que se considera un abuso o un cobro de más.
Tenemos entonces que si se quiere contar con documento que ampara un pago o la liberación de una deuda, el interesado no le dará muchas vueltas al asunto y obviando cualquier explicación legal del porqué ocupa lo que exige, él sólo dirá “papelito habla” y eso les resultará suficiente a emisor y receptor para entenderse.
Al revés, si el que los atiende es diligente y les brinda un excelente servicio, les dará todas las facilidades, le corregirá la plana si no había llevado los requisitos exigidos, pondrá de su bolsa si hay necesidad de sacar una copia y contento por haberle servido con calidad y calidad a ese adulto mayor, para finalizar tomará una pluma, indicará un espacio en una hoja poniendo una crucecita y le dirá: “échele un ganchito” o “póngale la poderosa”.
Sin embargo, cuando no se corre con suerte y en lugar de alguien tan servicial, se atiende uno que es experto en poner trabas y enredarte hasta el hartazgo, entonces entre los presentes, no han de faltar la voces que sugieren esas expresiones que se consideran infalibles : “échalo al periódico” dice uno, “Métele licenciado” arenga otro, “Échale el hombro” se escucha decir a uno más conciliador lo que equivale a una ayudadita o un empujoncito.
Todo esto pasa a diario, como un subgénero o como un metalenguaje de lo establecido, en ese otro mundo que no siempre va a la par de una tramitología llena de eufemismos pero vacía de un lenguaje que desde este lado del servicio público se cuece aparte pero se comprende mejor.
Seguiría disertando sobre el tema, nomás tengo que arreglar unos papeles al IMSS pero no encuentro la hoja rosita y ustedes bien saben que “papelito habla”.
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