Cultive una sólida amistad con Carlos Armando Rondero Savín de muchos años hasta su muerte, lo conocí en 1975, fue mi jefe en varias y eventuales ocasiones, amigo siempre, él era Secretario General del Ayuntamiento de La Paz, en ese entonces, cuando de verás se podía hablar de “segundo de a bordo”, ahora cualquier pelagatos llega a esos puestos; buen conversador, ilustrado, perspicaz y con un extraordinario sentido del humor, fue por muchos años mi jefe en el diario BCS, él era un partisano –desafecto– del poderoso y temido gobernador Alberto Alvarado, yo un simple emborronador de planas, el periódico era del doctor José Carlos Dibeni Geraldo –también mi amigo por muchos años hasta que un día me “churreó” la cara– ambos eran cabeza de playa del proyecto de Víctor Liceaga por la gubernatura, así que seguido le mandaban “mensajitos” poco gratos a Alberto Alvarado.
Reconozco que desde siempre me dispensó su confianza y afectos, así que en varias ocasiones participe en aquelarres pro liceaguistas, nada de complots o sabotajes contra el gobierno de Alberto Alvarado, simples reuniones de sumas de amigos y simpatizantes del proyecto de quien sería gobernador de BCS de 1987 a 1993, de manera que llegue a cultivar no solo una fuerte amistad sino una gran identidad y empatía con el “Republicano”, así lo tuteaba o el natural de Agua Verde –de allí eran sus orígenes–; era muy dado a las liturgias republicanas –seguramente leía mucho de los liberales de la época de Sebastián Lerdo de Tejada y de Benito Juárez, el caso que para él las formas eran fondo.
En 1991-1992 encabezó el proyecto de convertir Loreto en municipio, Víctor Liceaga, sensible y solidario con los comundeños originarios, recogió su sentir de que no se sentían identificados con los alcaldes de Comondú –la mayoría hijos de migrantes llegados de diferentes partes del país–, aspiraban y querían un gobierno con el cual identificarse, se armó el proyecto pro municipio de Loreto con no pocos obstáculos impuestos por los adversarios políticos de Víctor Liceaga y en especial por el gobierno del “Chato” Covarrubias, alcalde de Comondú, que se oponía a todas las decisiones del gobernador, mayormente cuando el municipio que gobernaba sería dividido en dos, mermarían los ingresos, tendrían menos representatividad política –menos legisladores locales y regidores– y sobre todo, entregaría un municipio más chiquito (fraccionado) del que había recibido.
Allí fue donde entro en escena uno de los políticos más tenebrosos y maquiavélicos que conozco, Miguel Vega Pérez, a la sazón Secretario General del Ayuntamiento de Comondú, un tipo impuesto a trabajar en y desde la penumbra, de los que hacen política en la noche, sin miramientos ni pudor, así que no hizo otra cosa más que obstaculizar la realización del plebiscito, después desacreditar los resultados de la consulta que finalmente derivo en la creación del municipio de Loreto.
Miguel Vega era quien encabezaba las “contras” de las huestes del “Chato” Covarrubias y Cía y Carlos Rondero, como Secretario General de Gobierno conducía el proceso de la creación del municipio de Loreto, Miguel Vega era y es sucio para trabajar, depravado y sin escrúpulos, así que utilizaba cuanto medio estuviese a su alcance para desprestigiar, criticar y poner en duda la creación del nuevo municipio, mientras Rondero, más cerebral, impuesto a tejer finito, sus actos y decisiones siempre se sujetaba en que la forma es fondo –como aquella célebre frase de Jesús Reyes Heroles– de ahí el mote, mote bien ganado del “Republicano”.
Así que llegue a conocer muy bien a Carlos Rondero y aprender mucho de él, pasábamos horas platicando de los temas más diversos y variados, en ese entonces yo era liebrero, palomero y chacuaquero –ya después ascendí a venadero– y en mi gusto y salidas al monte mataba muchas liebres, conejos, palomas y chacuacas, sabía que a él no le gustaban, mucho menos las liebres, él era afecto a lo bueno; rib eye, new york steak, t-bone, arracheras y a los cortes argentinos; un día hice una “matazón” –como dice el Vidorria– de liebres, así que mi mamá y mi abuela las cocinaron de diferentes formas; fritas con orégano y ajo, en mole, con chile colorado y en machaca, mi abuela era muy buena para prepararlas, le pedí que me hiciera empanadas de liebre, que las hiciera “guenas” porque se las regalaría a un amigo, me preparó varias, las envolvió en una servilleta de trapo y con una salsa huichol se las lleve a Rondero, no solo le gustaron, le encantaron, se comió varias e incluso compartió con Franco Domínguez, Franco Canseco y creo que hasta el Chuy Montaño tocó, fue un exitazo, pasó el tiempo y me reía susurrando desde mis adentros “no que no le gustaban las liebres”, ese ha sido uno de los secretos que mejor he guardado, jamás le revelé que las empanadas con las que se había chupado los dedos eran de liebre. ¡Qué tal!.
Para cualquier comentario, duda o aclaración, diríjase a victoroctaviobcs@hotmail.com
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