Provecho
Me acordé, cuando veníamos a La Paz, con la juventud encima, al igual que el polvo y el olor a chamizo del Valle querido entre los pliegues de la camisa.
Me acordé, cuando veníamos a La Paz, con la juventud encima, al igual que el polvo y el olor a chamizo del Valle querido entre los pliegues de la camisa.
Su padre, Francisco Talamantes Navarrete, observaba la escena, en medio de la oscuridad en que había quedado la casa después
No era ni la sombra del hombre imponente y aguerrido, protagonista del zafarrancho aquel que le contó la muchacha de la cocina
Francisco Talamantes Aguilera era la viva estampa del terror reflejado en el espejo tembloroso de esos ojos desmesuradamente abiertos.
Un chanate se posa sobre el cable de la acometida eléctrica y se queda quieto, como oteando los rumores del monte, sereno e imponente en su pequeña figura silenciosa; profundo como la negrura de sus plumas que apenas se balancean con el viento fresco de la playa.