Evocaciones de Sudcalifornia

Chaperón

Chaperon - Miguel Angel Aviles

Del libro Estar y No. Juegos de la Memoria. Instituto sudcaliforniano de cultura.2014….Los 70 a través de la crónica…se busca reedición. Cuando menos para poner a leer a un chaperón y distraerlo.

Cuando te llevaban de chaperón al restaurante El Flamingo, y tus cuñados te querían apantallar pidiendo la orden al carro, y luego te conformaban con un sándwich de pollo y una malteada de fresa, mientras ellos ,como pulpos, se lanzaban a sofocar sus imberbes ansías en el delicado candor de tus hermanas. El Flamingo era un restaurante que estaba hacia la salida norte de la ciudad, casi al empezar la carretera que apuntaba hacia Tijuana. Tenía la singularidad de ofrecer car service, si mi perfecto inglés no se equivoca. No tenías que bajarte para ordenar, porque hasta nosotros llegaba una mesera y tomaba el pedido. Uno se despachaba con la cuchara grande, porque los cuñados se querían lucir con las hermanas. A todo lo que yo pedía decían que sí, con tal de provocarme la distracción a la hora que ellos querían hacer malcriadeces, aprovechando que el estacionamiento estaba tenue, como a media luz. Ni mandado hacer si eso era lo que querían; seguramente ni hambre traían; y si traían, pues con la calentura se les olvidaba; aunque sus fogosidades y sus arrebatos no pasaban a mayores. Cómo iba a pasar si llevaban entre ellos al impedimento: una chapa bien segura; no por nada le colgaban el mote de chaperón. Uno ni sabía que jugaba ese papel; pero resulta que no me llevaban de acompañante por puro gusto, si por ellos hubiera sido se van solos, nomás que ,allá en casa ,se daba la orden y la designación, de lo contrario, ni a la esquina salían. Cómo iba a ser eso, después la gente andaría de habladora sin tener pruebas, porque “el mal tercio”, sin darse cuenta, hacía su papel a la perfección, aunque lo atolondraran con una vianda que sabía a gloria y era gratis, a costillas de los enamorados, que si querían salir, no les quedaba más que apechugar, y hasta le hacían cariños a la criatura delante de la suegra, como si les hiciera una gracia que también fuera, aunque en el fondo le quisieran echar veneno a lo que comiera él.

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Miguel Ángel Avilés Castro
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