Con todo y mi alma oaxaqueña tengo que confesar que en mi casa no se visita el panteón dónde está dormido el cuerpo de Don Pancho mi abuelo, que queda enfrente de la Universidad. Ni ponemos altares el 31, ni el 1, ni el 2 de Noviembre. Nunca lo hemos hecho., Creo que el año pasado mi mamá hizo uno muy bonito con unas esferas amarillas símbolo de la luz dónde esperamos que estén todos nuestros muertos. Por qué no lo hacemos? Por una sencilla razón: Durante todo muchos años hemos oído hablar de la increíble historia de amor y desamor de mi bisabuela Carmen y mi bisabuelo, de sus guisos deliciosos y su bodega que vaciaba cada mes en una vecindad del Distrito Federal, repartiendo todo lo que le mandaba de Morelia mi bisabuelo el Vasco, (a quien había abandonando años atrás por otro hombre que le hizo otras 3 hijas y después también se fue) para que a su hijo y a ella no les faltara nunca el alimento. Le quitó la palabra pero nunca el sustento, ese francés dueño de minas y de haciendas, que era famoso porque a sus sementales de ganado les mandaba hacer una especie de zapatos.
Mis otros dos abuelos los maternos, siempre se aparecen por toda la casona grande de mi madre, los veo tan clarito, con los ojos del recuerdo, no necesariamente el 1 de Nov a las doce, no, siempre andan por aquí en nuestras charlas, cuando hay un bulto afuera entre la luz de la mañana, y los vitrales ya décimos, es Don Pancho que ahí anda. Mi abuelo era campesino, así que se paraba siempre temprano a regar las rosas. Así con nos va con todos los muertos de está casa, los nombramos en agosto, en mayo en febrero, de noches y de días, cuando llueve y cuando hace frío, cuando sudamos en el pasillo tomando agua de limón en el verano.
Están en los dichos, en el arroz de leche, en los relojes que mi abuelo Carlos mantenía como un obseso a todos dando la hora exacta, están en las canciones románticas que le gustan a mí hermano el menor. Aparecen en el color cajeta de los ojos de mi primer nieto. Siempre estamos hablando de ellos, de todos, amigos y parientes, de los tíos, de las tías. Nos acompaña la dignidad y el genio de mi abuelo Alejo y la apabullante generosidad de Magos su mujer, las carcajadas de mi abuela Alicia que resuenan igual que las mías, en los regalos que nos damos como cuando llegaba mi tía Mary con algo para cada uno. Por eso no hay mole o crisantemos, por qué a cada rato nos partimos de la risa o del llanto con sus dichos, con sus hechos. Nos conducimos en la vida con sus ejemplos.
Entonces no se puede esperar a quien nunca se fue. Y cualquier día de estos, en cualquier momento y esquina de esta casa, nos los andamos tropezando y ahí mismito, nos saludamos, nos abrazamos, nos seguimos queriendo y conViviendo.
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