Doña Josefa Ortiz de Domínguez se parecía mucho a una tía mía y Don Guadalupe Victoria portaba siempre unos pantalones muy similares a unos calzoncillos de manga larga que usé yo durante los días que tuve el rotavirus, aquella histórica semana que mi madre me negó tres veces, ante la visita en casa del doctor, nomás de pura vergüenza.
Estas imágenes que uno guarda en su memoria, para luego recurrir a ellas con tal o cuál intención, son las que se quedan grabadas ya sea por qué no nos tocó ver otras o porque son la únicas que recordamos y por lo tanto consideramos que así ocurrieron.
Bien decía García Márquez que “la vida no es la que uno vivió, sino la que uno recuerda y cómo la recuerda para contarla.”
Es más, no sé si en verdad así lo dijo, pero a los que les da por recopilar frases, dicen que sí y yo les creo.
Lo mismo pasa con la historia y, si me apuran, también con la microhistoria que de su significado no hablaré ahorita porque no quiero.
Más bien quiero decir que eso ocurre con algunos pasajes de nuestra particular forma en que recordamos la historia y en concreto la historia oficial que nos fue enseñada en la educación que recibimos y que , por más que después hemos profundizado sobre tal o cuál tema , en ese álbum mental que guardamos en la memoria quedan como cicatrices una que otra imagen imborrable las cuales nos hace suponer que esté o aquel personaje era así ,como lo vimos en el libro de texto de la primaria o como aparecían impresos en esas estampas que comprábamos en la papelería del barrio para cumplir con la tarea al siguiente o para memorizar lo que decía al reverso y escupirlo, lucidores , el siguiente lunes en los honores a la bandera .
Algo así ocurre también en la vida de cada quien y de cierto episodio o de tal o cual familiar tenemos un retrato que buscamos con el recuerdo cuando llega la añoranza.
Yo no sé, en verdad, como era la corregidora, pero si pienso en ella, aparece esa mujer, casi siempre de perfil o en la figura a tres cuartos, con un molote y una mirada tierna e hipnotizaste que retuve en mi mente para siempre y así se ha quedado y se quedará, por más que un investigador o un descendiente de tan distinguida señora, me traiga ahorita una fotografía tomada en esos años y no se parezca nada.
Por eso lo asocio y digo que se parece mucho a una tía mía quien, invariablemente, solía andar con un chongo, día y noche, de la sala a la cocina y pudiera jurar que tenían idénticas facciones y una media filiación que, de haber coincido en el tiempo y espacio, pudieran confundirse.
Ambas son nomas un ejemplo porque si me pongo a dar otros, este ejercicio se volverá interminable. Sí, porque cuento con un buen amigo abogado que, si le pone usted cuidado, le da cierto aire o mucho a Don Miguel Hidalgo. Igual, si observo el perfil que más destaca de Leona Vicario en el ciberespacio, con esa pose como para título universitario, con unos caireles luciendo sobre sus cienes y que antaño decían que solo se los dejaban las mujeres casaderas, se me vendrá a la cabeza el bello rostro de una personita muy querida por mi cuando se graduó de secretaria.
Ni modo, es la memoria o la desmemoria, pero así las recuerdo y mi plano cerebral las tiene inscritas de esa manera.
Pueden que estén interesados en saber por qué encontré semejanzas entre Guadalupe Victoria y un servidor aquel año que convalecía del rotavirus, y mi madre me negó tres veces ante el doctor porque le daba penita que me vieran en esas fachas.
Les repito: yo usaba esas prendas tan parecidas a las que, como si nunca hubiera traído otras, siempre lo hacen lucir en toda estampa al primer presidente de México.
Claro , él fue una de las figuras más destacadas en la Guerra de Independencia de este país frente al Imperio español y mi currículo aún no llega a tanto, así es que en una escrupulosa comparación , pues concluirán que el único parecido era en las prendas.
Al respecto, nada tengo que alegar.
Pero no olviden que el tema es otro: el de la memoria y las desmemorias que, para bien o para mal, saltan en uno y se hacen presentes.
Son chispazos instantáneos que traen recuerdos o estos se hacen olvidar, vayan ustedes a saber.
Son juegos reminiscentes que a veces nos trae el tiempo y aunque sean ciertos o sean una vil mentiras, dejamos que lleguen y , como unos niños , nos ponemos a jugar.
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