Evocaciones de Sudcalifornia

«Ob-La-Di, Ob-La-Da»

Dicen que Lennon la odiaba, pero yo no y con eso me conformo.

Recuerdo haberla escuchado en casa, en la voz de una persona cercana a la familia, quien la cantaba muy feo, pero con mucho sentimiento.

También la escuché en la radio, pero sólo se me pegó la tonadita y ese estribillo pegajoso, sin saber nunca, a esa edad que yo tenía, quién diablos entonaba esa canción.

Pero me gustaba y con eso me conformo.

Algo debió tener para que mis oídos disfrutaran de ella, al grado tal de seguirla recordando y no de otras interpretaciones de Los Beatles por más exitosas que fueran o algo pude tener yo para que no me sumara a toda esa fanaticada que se volvía loca por todo lo que hacía este cuarteto.

Ah, ya sé: eso que yo tenía era mi edad, unos siete años, o poquito más y un entorno familiar donde no prevaleció esta música sino la rural, refiriéndome con esto a la música popular mexicana que, como educación auditiva, se hacía más presente en nosotros, gracias a los orígenes de papá y mamá quienes preferirían, frente a cualquier otro género, a la canción vernácula cuyos ejemplos y ejemplares en otra ocasión les hablaré.

Ob-La-Di, Ob-La-Da fue compuesta por Paul McCartney, pero se le atribuyó a él y a Lennon pues si bien no era del agrado de este último y la odiaba con odio británico, después de varios días de no regresar luego de haber abandonado el estudio de grabación y de fumar con ganas, durante varios días, una hierba verde seca al parecer mariguana por fin volvió y encaminándose al piano, tocó los acordes de apertura con fuerza y más rápido que en las primeras versiones y les dijo que así era como la canción se debía tocar, y así se quedó .

Lennon se impuso o prefirieron no contradecirlo para que no descargara en la cabeza de cualquiera de ellos, la furia acumulada que traía contra McCartney y de manera fue presentada en sociedad en 1968, pero no vaya a pensar que yo la escuché recién salida del horno sino años más adelante, sin saber a ciencia cierta qué versión sería, aunque me hubiera dado la misma o muy poco hubiera entendido por más que alguien me explicara.

A lo mejor fue en esas fechas cuando Jimmy Scott demandó a Paul, exigiendo una indemnización por usar esa frase en la letra y en el título de la canción, aunque no procedió o se conformó con un depósito bancario ya que el primero simplemente había enseñado o comentado que la decían en no recuerdo qué tribu y hasta ahí pero no como para hacerse pasar, en términos de autoría, como quien tuviera los derechos morales y menos los derechos patrimoniales.

Hagan de cuenta que yo retomara la expresión “Pushi Mano” tan de mi tierra y en una cena de gala la pronuncio contándoles, cual vil mitotero, de dónde viene su origen y estando entre los invitados cualquiera de los hermanos Gibb de los Bee Gees, éstos quieren renacer con una canción usando esa palabra o a Los Ángeles Azules le da por hacer una cumbia con aquella y dándome cuenta que pegaron con tubo y les está yendo de maravilla, voy hacia ellos y les estiro la manita exigiendo mi crédito o mis regalías , de seguro me va como a Don Jimmy.

Como haya sido, esta canción ha de tener lo suyo, tan así que fue considerada como la canción pop más perfecta jamás escrita, de acuerdo a investigadores del Instituto Max Planck en Alemania.

Eso lo sé hasta ahora que me puse a indagar al respecto, no vayan a creer que soy beatleólogo o que me volví su biógrafo.

Para nada. Al contrario, de ellos sé muy poco o al menos no tanto como la mayoría de mi generación quienes se saben todo su repertorio y yo nomás una simple canción.

Pero acaso nomás lo que hago es compartir recuerdos . Esos vividos en lo que ya podemos llamar la vieja normalidad.

Si tú no quieres recordar, entonces

Imagina.

Quizás digas que soy un soñador

Pero lo bueno que no soy el único. Espero que algún día te unas a nosotros y el mundo será uno solo.

Imagínese que un 8 de diciembre yo estaba en el porche de mi casa y escuché en la tele, que John Lennon acababa de recibir cinco disparos en la espalda por parte de un tal Mark David Chapman y había muerto.

Pero yo no me imaginé, era cierto. Fue un lunes de 1980, bien recuerdo, porque esa mañana habíamos tenido honores a la bandera en la escuela y un día antes, de seguro, había perdido el Cruz Azul.

Les iba a contar algo más sobre ese homicidio pero no quiero hacerlo. Para qué alentar rumores. Si después me animo, ahí les cuento. Al fin y al cabo, como dice una lengua yorubá, “la vida sigue” y seguirá dando vueltas, como pasan las hojas de un álbum blanco.


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Miguel Ángel Avilés Castro
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