Como sacado de una de película de ciencia ficción, jamás imaginamos apreciar el conmemorativo Grito de Independencia, ante una gigantesca Plaza de la Constitución de la capital del país, prácticamente desierta.
El hecho, derivado de la pandemia, provocó que las decenas de miles de residentes de la CDMX, acostumbrados a asistir, tuviesen que conformarse con observar el protocolo desde sus hogares. En la nueva normalidad, la «peste» privó a los capitalinos de la celebración más grande y más tradicional del centro del país.
Sin embargo, no fue razón ni motivo para que, desde sus hogares, las familias se reunieran, compartieran y festejaran esta fecha cívica -quizá la más importante- que nos recuerda el génesis de una gran nación. El nacimiento de México, después de 300 años de dominación sobre las culturas autóctonas precortesianas.
Precedido del toque de Silencio y del Minuto de Silencio, en memoria de las víctimas del Covid-19, el Presidente de México, arengó ante las cámaras de televisión, en torno a los personajes históricos de la Guerra de Independencia, recuperando el indigenismo, la solidaridad, la justicia, la igualdad, la democracia, y el amor al prójimo, con el repique de la Campana de Dolores y el blandir de nuestra Enseña Nacional. La parte formal, cerró con las gloriosas notas del Himno Nacional Mexicano.
Posteriormente, un mosaico musical de varias regiones del país, dieron marco al espectáculo de los juegos pirotécnicos que inundaron el cielo como un caleidoscopio gigantesco.
Poco antes de esta histórica celebración, se habían dado a conocer dos importantes noticias; que el sorteo especial de la Lotería Nacional fue todo un éxito y que la ciudadanía logró reunir más de 2 millones de firmas para solicitar la consulta popular para determinar el enjuiciamiento de los ex presidentes del periodo neoliberal.
La ciudadanía respondió a carta cabal; apoyó el sorteo para una causa justa: la salud. Por otra parte, respondió al clamor popular de cero impunidad para ex funcionarios y delincuentes de cuello blanco, de ese periodo catastrófico en la vida de la nación.
Por cierto, algunos -con odio jarocho- han criticado el sorteo, y su histeria revuelta con sobrado egoísmo, me hizo recordar una frase de John F. Kennedy:
«No preguntes qué puede hacer tu país por ti, sino qué puedes hacer tú por tu país.»
Finalmente, el país avanza hacia nuevos derroteros, a pesar de todo y de muchos que, de forma absurda, desean que le vaya mal al Presidente, aunque con ello, le vaya mal a México.
Para esos, sí, para los mismos de siempre, mejor me quedo con una frase de Winston Churchill:
«Nunca llegarás a tu destino, si te paras a tirar piedras a cada perro que ladra.»
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