Evocaciones de Sudcalifornia

La liebre y el coyote

La liebre y el coyote

PARA LEER CON ESTE FRILLITO Y UN CAFÉ:
Fábula para niños mayores de 2 años:

Estaba haciendo un frío de la chingada. Frío no chingaderas. Pior por allá en la sierra de la Laguna, cuando todavía vivía La Cachana en Todosantos. Puta qué frío hacía, pariente. Parecía que no cobraban la luz del refrigerador del planeta. De esos fríos que cuando vas a tirar l´agua en vez de bichola nomás te encuentras como una costrita enjuta, contraída del puta frío.

El caso es que en el monte andaba una pinchi liebrecita que se estaba congelando. Nomás tenía las pestañitas llenas de escarcha y le salía humito (vaho) por la trompita cada vez que exhalaba. No, pos ya estaba oscuro y no se veía ni madres, pior que el cielo estaba tan nublado que no se veía la pinchi luna. Estaba oscuro y hacía un chingo de frío. No, pos chingue su madre, dijo la liebre y se encaramó a un cerro hasta que dio con una cueva, que era nada más y nada menos que la cueva de un coyote.

No, pues le valió madre quien era el dueño. Se metió hasta el fondo de la cueva, pero el pinchi frío no se le quitaba, verás que sí pués. No, pos allí estaba la pinchi liebrecita titiritando de frío, cuando en eso, va llegando en putiza el pinchi coyote, cargándoselo la chingada de frío también, pero el cabrón coyote, aunque no veía en la oscuridad, alcanzó a oler algo como comida. No alcanzaba a distinguir bien el olor, porque el frío como que resguarda los olores, pero como que entre sueños, empezó a ventear y como que se le empezó a hacer agua la boca. ¡Puchi, mano! La pinchi liebrecita nomás pensó -¡Ya valí gaver!, y nada pendeja, se hizo bolita. Se enroscó o se camuflageó de pelotita. Se hizo como pelotita de boli, pero peludita. No, pues el pinchi coyote empezó a palpar buscando a ver qué o quién estaba en su cueva estirando la mano, así como uno estira la mano al buró en la noche con la luz apagada para agarrar los lentes y leer los whatsapp, bueno algo así me imagino. Yo no hago eso. Pues que el coyote va agarrando la pinchi pelotita. Puchi, mano, vieran visto. Al principio a la liebrecita casi le da un infarto, pero pensó en chinga, carraspeó tantito y con la voz más ronca que pudo gritó: -¡¡¿Quién me está agarrando un pinchi güevo?!!- p´ta madre, cabrón. El pinchi coyote nomás dejó una estela de cuacha marcando el camino, cuando salió corriendo despavorido, verás que sí, pariente.

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Emilio Arce Castro
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