Evocaciones de Sudcalifornia

La mesa de la “Quelela”

Torote - Victor Octavio Castro

Foto de: Fanpage de Sudcalifornios.com

A media mañana llegamos a la mesa de la “Quelela” con un hambre de la chingada, creíamos que encontraríamos ostiones con los Villalobos en el Conejo y nada, ni ostiones ni pescado, el “paraje” estaba solo, habían salido a un velorio pa’ Todos Santos, así que no hubo más que darle pa la “Quelela”, íbamos varios a “parajear” dos días y llevábamos suficiente bastimento (comida), la cocinada era lo de menos, cualquier se acomediría hacer algo; luego de bajar los “cachivaches”, el agua y poner la lona para la sombra, ora sí a preparar algo rápido y lo más rápido era dejar “caí” unas costillas en la parrilla, así que a buscar leña que hicieran brasas, mezquites, uña de gato y palo colorado, mientras se hacían las brasas y para aprovechar la lumbre puse fríjol en una olla de barro que teníamos especialmente para cocer fríjol.

Agradezco a las “parajeadas” en el monte y en la playa haber aprendido a colar café, cocer fríjol, preparar un bistec ranchero y freír huevos, más de treinta años de andar como beduino errante algo he aprendido, y mis compañeros algunos cocinan muy bien e incluso hacen tortillas de harina como José Martínez que en esa ocasión iba con nosotros, esa tarde comimos costillas asadas con salsa picada (salsa mexicana) y salsa estilo de molcajete preparada en un traste de peltre molida con un envase de ballena, ya por el hambre o por el orégano que le echamos a las costillas, el olor que desprendía avivó nuestro decaído gusto, después que comimos José se comprometió hacer tortillas de harina para en la noche, así que dejaría amasada la harina para que “juera” reposando, la bronca fue que nunca encontramos la manteca, se nos había olvidado, y no llevábamos aceite, en el Conejo no había nadie e ir hasta Conquista Agraria por manteca estaba demasiado lejos, así que las de harina tendrían que esperar, con el frijol no había problema, así sancochado le entraríamos.

Esa tarde salió Manuel y Rufino a reconocer unas lomas pelonas que quedaban enfrente de donde habíamos “parajeado” con tan buena suerte que a antes de la hora de andar caminando “tumbaron” un animalito de 6 puntas, no estaba grande pero si gordo y carnudo, ese año había llovido mucho; cosa curiosa el “Pilarillo” Almaraz y el “Chichi” Amador que andaban buscado un “hijuelachingada” lo habían espantado en la mesa de la “Quelela”, ellos nunca vieron a Manuel ni a Rufino y menos a nosotros que estábamos “parajeados” detrás de las lomas de la mesa de la “Quelela”, así que sin querer pusieron la presa frente a los cazadores, entre todos lo “paleteamos” y a tumbarle el cuero y “beneficiarlo” –sacar las piezas–, como no había manteca José le quitó un forro de manteca de los lomos y la frió para usarla en la comida, así que esa noche cenamos tortillas de harina amasadas con manteca de venado, fríjol guisado con manteca de venado con la que acompañamos una riquísima chanfaina con chile colorado (patagorrilla le dicen en mi tierra).

El par de días que estuvimos “parajeados” no agarramos nada excepto el de 6 puntas que habían “tumbado” Manuel y Rufino, suficiente para preparar unos medallones –de los lomos– en bistec ranchero con salsa del pato y verduras, comer costillas asadas y destender en el sol un par de pulpas pa’ la machaca y los huesos cocerlos con chile colorado, dos días comer es decir poco, tragamos de suerte que entre cinco cazadores de buen diente nos cominos un animalito de más de setenta kilos de peso muerto; como esta reseña hay infinidad de vivencias más, experiencias y de buenos momentos que en pasado en más de treinta años de salir y andar en el monte, tiempo que no solo he aprendido a preparar algunos guisos sino también a identificar la flora y sus usos medicinales, si son o no comestibles y las que sirven para resaltar el sabor de la comida.

La mesa de la “Quelela” se ubica sobre la brecha al Conejo es una zona venadera por excelencia, la he caminado infinidad de veces, puedo presumir donde hay una cañada, un mezquite, un sanjón, un palo sanjuán o algún “limpio” –así le llamamos a las zonas que no están enmontadas–, es como lo dice su nombre, una mesa, rodeada de pequeñas lomas y cañadas de escasa profundidad, buena para empastar en época de lluvias, se da muy buena pitahaya agría que en el mes de noviembre están en su punto, este año no hubo por falta de lluvias, pastorea poco ganado, ganado del Condeno o Conejo viejo del profesor Rafael Carballo, del rancho el Chivato de Isidro Jordán, de Marcelino Carballo de la Ballena-Los Inocentes, de los Carballo del Tepetate y el Rosario y de Ramón Fisher, de San Isidro, buen ganado por cierto, normalmente donde comen se quedan varios días entrándole a las bolas de choya, bolas de cardón, hojas secas de palo colorado, ejotes de barba de gallo, ejotes de palo colorado, brotes de «cirgüelo», torotes, palo blanco, uña de gato, mezquites, palo verdes, quelite seco etc., la zona está cerca de la costa (pacifico) así que necesitan poca agua, clima templado que cae mucha neblina, bruma y escarcha en tiempo de frío, con una buena lluvia tiene para que brote y empaste bien el suelo, tierra noble y agradecida pese a su aridez se compensan una cosa con otra, en varios ocasiones que hemos encontrado rancheros a caballo que andan “campeando” les hemos dado razón de una alguna res o bestia que hemos visto en el monte y en qué parte las hemos visto. ¡Qué tal!

Para cualquier comentario, duda o aclaración, diríjase a victoroctaviobcs@hotmail.com

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Victor Octavio García Castro
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