En febrero de hace ya un par de años me habló Pilar “Pilarillo” Almaraz para invitarme a comer pescado frito (garropa), tráete a mi compadre “Vidorria”, me dijo, habían tenido buena marea y andaba contento, mañana voy, le dije, hecho y dicho, le hable al “Vidorria” para decirle, ¡sale! me contesto, así que en la mañana del día siguiente ¡Fierros! pa’ tierra Santa (lo de tierra Santa es una expresión que le robé a Isidro Jordán cuando dice que va pa’ su rancho); en realidad era una coartada del “Pilarillo” porque se lo andaba llevando la chingada por salir a dar una tardeada a las testeras del Chivato donde le habían dicho que andaban buenos “hijuelachingadas”, y de la comida ni que decir; garropas fritas y pa’ amarrar un pecho de caguama en las brasas para taquearla en el carapacho, habrán de imaginarse el tremendo atracón que nos dimos.
Se me hizo raro que cuando llegamos tenía tendido sobre la mesa del comedor el .6 mm, y eso le pregunte, ya que comamos hay que ir a dar una “tardeada” pa’ las testeras del chivato, la subida del arroyo ya le arregle, me dijo; ya que hartamos porque fue más que comer preparamos la salida, cuchillos, mecate, un garrafón de agua y párenle de contar, corte unas guayabas y me las eche en las bolsas de la camisa pa’ darle quehacer a las quijadas y ¡Fierros! pa’ las testeras del chivato, en cuanto subimos la mesa de los lomeríos y cañadas no me gusto, corría un viento frío que calaba hasta los huesos, le dije al “Pilarillo”, se me hace que nos vamos a regresar con las manos vacías, no me respondió, por el viento se meten en las cañadas, dejamos el carro (el “andariego”) en la sombra de un palo blanco para revisar las cañadas, el “Pilarillo” con un .6 mm con mira, el “Vidorria” con un .243 de grano libre y yo con un puño de guayabas en la bolsa de la camisa, no caminamos mucho porque la “venadeada” no es de caminar, sino de buscar sigilosamente el animal y de suerte, mucha suerte, pronto se hizo tarde y nos regresamos pal carro, íbamos caminando a pie sobre la brecha de carro en dirección a donde habíamos dejado el “andariego” cuando divisamos a media loma pelona un “hijuelachingada” atravesado, con la misma le cortó cartucho el “Pilarillo” y sin mampostearlo ¡Palos!, el primer “pajuelazo”, clarito vimos que el disparo pego abajo y le dice el “Vidorria”, compadre súbele un poquito más, pegó abajo de las patas, nuevamente le tiende el .6 mm y ¡Palos! pegando el disparo a un lado, el animal que no estaba más allá de cien metros comenzó a caminar altivo y soberbio sin pegar la estampida hasta que se nos perdió de vista, no dio tiempo para mandarle otro “pajuelazo”, “compadre, se me hace que anda movida la mira, hay que revisarla” le dice el “Vidorria”, ponemos un blanco a veinte metros y a meterle el lente, que dos clips a la derecha, que tres clips, que otros tantos a la izquierda etc., el caso es que la mira andaba muy movida, así cómo iba a dar en el blanco, allí se nos hizo tarde calibrando el .6 mm y bajar por el arroyo por la subida mala (escalones de tepetate) que según el “Pilarillo” había arreglado, cuál arreglada, ora sí que lo único que faltaba era la rayita de en medio, así que en las primeras de cambio nos embancamos en medio de dos enormes piedras de tepetate, y eso que lo malo no pasan de veinte metros, con una espátula a echarle chingazos al tepetate para dejar libre el chasis y que las llantas cayeran en el tepetate, luego rellenar los escalones con piedras para que el carro no se embancará otra vez, el caso que nos dieron las nueve, diez y once de la noche sin poder librar los veinte metros malos que según el “Pilarillo” había arreglado, hicimos una cama de piedras para que pasara la rodada del carro esquivando los escalones de tepetate juntando piedras de las orillas de la cañada y sin foco de mano, al estilo ordinario nos aluzábamos con los celulares, cuando en eso de andar acarreando piedras bramó un animal cerca de donde andábamos sin saber qué era, solo vimos un bulto prieto que se dejó venir sobre nosotros, los tres corrimos despavoridos sin saber qué era, era un toro prieto sin cuerno de más de cuatrocientos kilos que se asustó con nosotros y en lugar de correr pal monte agarró por la cañada pa’ bajo justo donde andábamos ¡vaya susto que nos llevamos!, esa noche llegamos a la casa del “Pilarillo” cerca de las 12 de la noche con mucha hambre, cansados y riéndonos nosotros mismos por lo valiente que nos portamos, tomamos café y recalentamos tortillas de harina con frijol y queso y ¡Palos!, de allí a los tendidos; otro día sería el “recalentado” tanto de pecho de caguama como pescado recién frito al estilo de tierra Santa. ¡Qué tal!.
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