Mi mamá decía que nací a la una de la mañana de aquel 3 de Marzo y que el parto fue difícil pero no recuerdo nada de eso porque estaba bien chiquito.
Ella no, tenía treinta y tres años ( el 3 haciendose presente, ya) y aseguraba que el doctor la había regañado por no sé qué indisciplina que hizo con la comida durante el embarazo.
Debo de creerle,sin mas , porque ella no era testigo de oidas ni desmeritos así, por el contrario, hay hechos notorio de que ahi estuvo presente esa madrugada y le consta todo.
Reconozco que no me acuerdo de esto último, porque, insisto, yo estaba bien chiquito o , de perdida ,era menor que miama.
A mí me tuvieron que sacar con fórceps, jalándome como si fuera una barra de hielo y luego me pusieron sobre su pecho.
No vayan a creer que recuerdo ese momento ( acuerdense que acababa de nacer y estaba bien chiquito), lo que pasa es que mi madre lo platicaba una vez sí y otra también , a tal grado que terminé aprendiéndomelo de memoria como si hubiera estado ahí para registrar todo y hacer la crónica.
Bueno, sí estaba pero ni tiempo tuve de anotar algo.
Insisto: yo estaba bien chiquito.
Pero tiempo despues miama repetia aquel momento ,de una forma tal que lo que menos priorizaba era mi autoestima o mi sentimiento de culpa.
«¡Con este cabrón ya me andaba muriendo! advertía mamá apuntándome con la ceja cuando, alrededor de unas hornillas con las ceniza aun caliente o en el patio, se ponía a narrar las peripecias que tuvo al nacer cada uno de sus vástagos.
Bueno,seis , pero Maria de los Ángeles , » la niña » como la nombrabamos siempre en casa, se fue antes que todos , del estómago de miama , rumbo al cielo, luego de un fuerte susto que vivió miama al ver a mi tio Jesus sufriendo las consecuencias del golpe que, en el ejido Alvaro Obregón , trajo consigo algunas copas de mas y ese caballo desbocado .
De esto me enteré muchos años despues , no frente al pelotón de fusilamiento, cuando el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo, sino cuando miama lo contaba , en esa recurrente tradición oral,tan propia de sudcalifornia y que nos empapaba de historias, anécdotas, recuerdos ,nostalgias y de esa brisa ligera que nos caia , mientras nos chingabamos unos elotes asados en el rancho o estabamos en rueda y a obscuras en el patio de tantas comuniones y que a ratitos hace pucheros como queriendo llorar.
En contraste y sobre eso que le daba por contar a miama de que por mi culpa se andaba muriendo, todos reían y yo también, pero, la neta , la neta, no es así como muy estimulante ni como para andarlo presumiendo que por culpa mía, mi madre ahí, en plena sala de expulsión , hubiera quedado.
Es decir , yo iba llegando apenas a la vida y ya era un hipotético madricida .
Válgame dios , segundos en el mundo y ya mero era un rufinicida.
Chale.
Luego de escuchar el señalamiento de miama, los presentes se me quedaban viendo y yo hacia como que la virgen me hablaba, o sea, me hacia el pendejo y enseguida trataba de cambiar de platica con tal de apagar el fuego, al menos hasta la siguiente reunión ,antes de que ahí mismo comenzara un linchamiento.
No obstante esa conspiración neonata, mi madre nunca me guardó rencor.
Creo . Miapa tampoco , creo pero ni pa que averiguo porque , cuando él se fue , no era ya taaan chiquito pero seguia siendo chiquito.
Lo unico rescatable ,es que él ni chanza tuvo de lanzar esa hipótesis acuñada por miama de que » por culpa de este ,ya me andaba muriendo ..»
Siete infartos y tan tan . La culpa que se la eche a su corazón , no a mi.
Miama , por su parte, ya que estaba a punto de arden troya , sacaba la casta por su hijito menor y quizá para que no fuera linchado por el resto de mis hermanos, también se hacía corresponsable de los que pasó esa madruga del 3 de marzo , y para ello culpaba a las tortillas de harina amazadas con requesón que no dejó de comer , sobre todo al final de los nueve meses en lo que me trajo cargando.
Quiza fue cierto ( le entró con fervor a las de harina ) o se sacó de la manga esa historia, para salvar de una condena,al menor de sus cinco hijos. Perdón, seis . ¿ o cinco? . Bueno, despues aclaramos eso.
Pero tan no me tuvo ningún resentimiento que siempre estuvo al pie de la cureña en todas las enfermedades que padecí de niño y de adulto ni se diga.
Eso sí, ninguna tuvo que ver con las tortillas de harina.
Que conste.
Pero tambien eso es punto y aparte, porque ahorita no quisiera que me tocaran ese vals.
Fueron algunitas esas enfermedades y ella nunca fue valida de la ocasion pa cobrar venganza y dejarme a mis resultas postrado en esa cama sino.mas bien me sanó de virales o de contagio o cualquier momento de eso en que sentia los ojos como dos brazas y todo el cuerpo bien jodido como seguramente quedaba el Toluco López al terminar cada pelea.
Por eso no le doy hoy importancia a esa denuncia familiar que hacia («¡Con este ya me andaba muriendo!») cuando, alrededor de unas hornillas o en el patio, se ponía a narrar dichas peripecias.
Es mas : daría mi vida, como la que yo le andaba quitando a ella , solo por tenerlos a los dos aquí presente .
Amá, apá, nada me deben! ¡ Amá, apá, estamos en paz!
Como el recien nacido que duerme pero nada olvida, jamás.
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