Evocaciones de Sudcalifornia

Engaño

Jesús Chávez

José Sánchez Cristino fue el mejor periodista de policiacas de los años setenta. Su estilo era único. Cargaba una vieja pistola colt, bajo su guayabera blanca, clavada en la cintura. No se desprendía de ella, ni para dormir.

Acucioso para la información. Meticuloso para escribir. Y siempre encontraba la noticia por más escondida que estuviera.

Y como ser humano era extraordinario. Le gustaba ayudar al pobre. Y para comer tenía un buen diente. Y cocinaba exquisito. La comida guerrerense era su especialidad.

Fuimos amigos certificados en las bonanzas y en las crisis. Aprendí de Sánchez las lecciones no escritas del periodismo.

De estrella de la nota roja, un día decidió emigrar al Valle de Santo domingo. Allá estuvo hasta su muerte en 1980.

Pero antes de morir en la clínica del IMSS casi solo. Abandonado por sus amigos. Y pobre. Y con familia grande, Sánchez gozo hasta el cansancio la vida.

Un día de tantos,le tocó a mi amigo cubrir una gira de políticos a la zona pesquera del municipio de Comondú Alcalde, diputados locales, federales, Senadores. Todo un amplio contingente para revisar otra vez como miles de veces la problemática regional. Y la conclusión de siempre: vamos hacer una comisión.

Pero mientras,vino la comilonga para festejar el encuentro. La escenografía no pudo ser mejor. Largas mesas sobre la playa. Cientos de almejas chocolatas como aperitivo. Y botellas de tequila bastantes.

Almejas tatemadas, en escabeche. Crema de abulón. Y deditos de pescado empalizados. De botanita.

Esa comida espléndida llamó la atención a Sanchez. Ya tenía en pecho y espalda media botella de tequila. Come y come. Bebe y bebe. Observe y observe.

Se sirve el plato fuerte: langosta , abulón empanizado. Y una discreta verdurita. Sánchez pide doble ración.

Después de la comida se aparecen como por arte de magia sensuales botellas de Buchanann. Y a Sánchez le toca una. Y le hace los honores.
Y pasa lo que pasa en las comilongas: él hambre retorna. Y había que atender ese detallito.

De pronto se paran los organizadores con costales y se meten al agua. Cuatro de ellos empiezan a llenarlos con almejas. Y Sánchez, observaba el ritual.

En las mesas guapas edecanes repartían platos y charolas. Y también limones, galletas Y salsa huichol. Llegan los cosechadores y acomodan las almejas y enseguida un experto las empieza a servir. El espectáculo verlas vivas y retorciéndose con el limón.

Y empieza de nuevo el mover de bigotes y fauces.

Para fortuna de Sánchez se sienta Junto a él uno de los recolectores de almeja. Y luego luego le suelta la pregunta

amigo a poco hay tanta almeja junta?

Si Don José le contesta con malicia, pero muy disimulada- Debe saber que estamos frente al banco de almeja más grande del mundo. Y hay de todas las especies: pishmo, voladora, mano de León. Y la más abundante, la chocolata.

Los ojos del periodista se abrían más de lo normal. Y vuelve a la carga

¿ Oiga y la langosta y el abulón, donde lo pescan?

Señor José. Esas especies son al igual de abundantes en esta zona. No exagero pero puedo decirle que si voy en este momento al mar puedo regresar con una langosta como la que usted acaba de saborear.

Ya encarrerado le dice

a ver vamos haciendo la prueba. Vaya por favor. Y si saca dos, mejor.

Se para ese noble hombre y se introduce a la playa, escudriñando entre mangles y rocas. Y si retorna con gordas langostas vivas. Ahí están señor. Son suyas.

Acaba el banquete. Saldos grotescos de ebrios y rijosos. Promesas y amenazas entre los políticos.

Y Sánchez va con el convoy de prensa acariciando un rico costal. Lleva almejas, langostas. Botellas de Wisky y de tequila. Y con su mente revolucionada.

Al otro día con la resaca se enfila hacia el campo pesquero. Pasando Santo Domingo se sale de la carretera. La libra. Y continúa. Llega como a las once de la mañana. Baja a la playa. Con tres costales amarrados a su espalda, empieza la faena de pescador

Busque y busque. Nada. Otra vez. Nada. Se mete a los mangles y nada. Como a las tres encuentra una almeja chocolatita. Pero nada más. Ni langosta. Ni abulón. Ni nada de nada.

Cae rendido en la arena. Y ahí lo encuentra el subdelegado del lugar JOSÉ Arce y con él se queja. Y este le responde

» Amigo Sánchez los costales de almejas, los abulones y las langostas los pidió fiados el alcalde a la Cooperativa Progreso. Aquí en este playa solo hay promesas de políticos como siempre.

Vengase. Le voy a invitar un trago,

Moraleja: a veces los periodistas caemos en nuestros propios engaños.

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Jesús Chavez Jimenez
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1 comentario en “Engaño”

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